apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

sábado, 22 de agosto de 2020

En los veintidós años de la muerte de Elena Garro

Pues… tenemos ya los 22 años de la muerte de Elena Garro. Roma no se hizo en un día y si hace tiempo no era nada sencillo acceder a su obra, desde el centenario de su natalicio, esta dificultad se ha ido allanando, con la publicación de los Cuentos completos (Alfaguara), el Teatro completo (FCE) y las Novelas escogidas (FCE). El año pasado se reeditó Los recuerdos del porvenir (Alfaguara), Reencuentro de personajes (Debolsillo) y Memorias de España 1937 (Paralelo 21). Con lo anterior, se puede decir que nunca antes como ahora, la obra casi completa de Elena Garro había estado más disponible al público lector.

Si bien lo anterior pudiera significar mucho, y de hecho, así lo es, sigue pesando la vida de Elena Garro sobre su obra y más que la vida, los recuerdos, las anécdotas y las ficciones que han echado andar desde hace bastante tiempo sus supuestas, apasionadas e imaginativas lectoras, así como sus detractores, al punto que la persona Elena Garro oscila entre ser una gorgona de lo peor ante quien la misma Medusa se quedaría pasmada, o bien, una mujer de una pasividad extrema, ante quien las protagonistas de telenovelas mexicanas le dirían: “Elena, por favor, no seas tan pendeja, tan dejada”. Prácticamente no hay conferencia, entrevista, estudio y similares donde no se recurra a cualquiera de los dos extremos de la supuesta biografía de esta escritora.

Pero nada de lo anterior es necesario para acercarse a la obra de Elena Garro. Nada…

Cuando se llega a hablar (sic) de la obra de Elena Garro, inevitablemente se llega al lugar común de “precursora del realismo mágico”, “la Rulfo femenina”, “la defensora de los derechos indígenas y campesinos”, “la pobre escritora ninguneada por el maldito sistema y por el falocentrismo imperantes”, “la feminista involuntaria”, “una carrera literaria destruida por el maldito ogro de su ex marido”, o bien, citas sacadas de contexto como aquello de que quería ser bailarina o general antes que escritora, o aquella otra declaración donde, irónicamente, Elena Garro afirma que toda su obra va en contra de Octavio Paz. Todo esto, muestra de una ignorancia supina y de un analfabetismo funcional.

Hace tiempo, en un taller de dirección de actores, impartido por Ofelia Medina, propuse trabajar un fragmento de “Andarse por las ramas” (la primera de las obras de teatro de Elena Garro en ser representada). Las indicaciones de Ofelia Medina ante el ejercicio y quienes intervenimos en él concluyeron con: “Hay que leer con mucho cuidado las obras de Elena Garro, porque la señora es una cabrona”, dando a entender que, en efecto, hay que leerla entre líneas y con mucho cuidado porque, hay que decirlo así: la obra de Elena Garro no es nada simple, nada fácil, nada superficial, nada convencional ni de lugares comunes, lo que ya de por sí le da un lugar aparte en la historia de las letras mexicanas (y esto, sólo para empezar).

Desde que comencé a presentar públicamente mis observaciones con respecto a los infortunios editoriales de la obra de Elena Garro (algo que, eventualmente me permitió editar el Teatro completo y Los recuerdos del porvenir*), marqué tres puntos para mí fundamentales: 1) por favor, por el amor de Dios y por la propia obra de Elena Garro: vamos a comenzar por leerla, pero por leerla en serio, con mucho cuidado, con detenimiento y ciñéndonos a la obra en sí. 2) Académicas, académicos (sic) que leen con más pasión que entendimiento la obra de Garro… también, por favor, dejen de proyectarse en sus sesudos e hiperbólicos análisis y comentarios. Flaco favor se le hace así a la obra de esta escritora… 3) Dejemos en paz a Octavio Paz… y a esto agregaría algo más: 4) Lector, lectora interesados en la obra de Elena Garro: ignoren y eviten cualquier comentario “crítico” con respecto a la vida o la obra de Elena Garro. ¿Por qué? Porque la mayoría de ellos, además de ser tendenciosos, oscilan entre las dos posturas que expongo en el segundo párrafo de este desahogo. Y no sólo eso, sino que, venir a ver, son muy poco rigurosos y esa falta de rigor e investigación son suplidos con una imaginación tan desbocada que las y los supuestas/os comentaristas… no citan bien ni siquiera los títulos de las obras que pretenden estudiar…

En todo caso, y si la curiosidad apremia, se puede leer algunos trabajos con los que, si bien no estaría del todo de acuerdo (sobre todo en algunas observaciones o conclusiones, pero son puntos de vista y hay que verlos como tales) son resultado de las propias palabras de Elena Garro, o bien, de trabajos de investigación tan serios y tan escasos que son apenas el comienzo de una lectura seria, ordenada y rigurosa de la obra de Elena Garro. En el primer punto, destacaría: 1) el apartado “Elena Garro”, incluido en Protagonistas de la literatura mexicana, de Emmanuel Carballo, 2) la Correspondencia con Gabriela Mora (1974-1980), 3) Yo, Elena Garro (recopilación de entrevistas con la autora, por parte de Carlos Landeros) y 4) la película-documental-entrevista La cuarta casa, de José Cordero (disponible en Youtube), por citar sólo algunos de los que me acuerdo. En el segundo rubro, 1) Andamos huyendo, Elena, de Liliana Pedroza, y 2) “Elena Garro, el arte de la escritura”, de Lucía Melgar, que aparece como introducción al tomo I de las Obras completas de Elena Garro que publicó el FCE en tres volúmenes. Listo.

Y, en serio, aprovechemos que las obras casi completas de Elena Garro están más disponibles que nunca y leámoslas…


*No he estado de acuerdo con la decisión de la Editorial de resaltar la participación de escritoras "que ni habían leído la obra de Elena Garro, pero que quedaron maravilladas con ella" y no el trabajo de edición que se hizo, pero... donde manda editorial no gobierna editorcillo...

lunes, 9 de marzo de 2020

Historias tontas

... Entonces, un nostálgico vapor amarillo y ocre comenzó a surgir de la cabeza de la gata, adquiriendo múltiples formas que cubrían la cara y la cabeza de Ángel, y se introducían por la visible oreja, por los cerrados ojos, por la reseca nariz, por la entreabierta boca y huméricamente le acariciaban el impasible rostro, para convertirse luego en una espiral de luz que atravesaba la ventana, el techo del pequeño departamento, para ascender al cielo, mientras el durmiente comenzaba a sonreír, para luego abrir los ojos...

lunes, 8 de abril de 2019

De la última exhibición de Rencor tatuado en el Femme Festival (I)


Pues nada, que se llegó la temporada del Femme Festival y con él, la oportunidad de ver, por fin, por fin Rencor tatuado, una película escrita por Malú Huacuja del Toro y dirigida por Julián Hernández. Cuando escuché de ella por primera vez, me quedé pensando que, ahora sí, se juntó el hambre con las ganas de comer: leo con frecuencia, en público y en privado, la obra literaria de Malú y aunque soy de poco cine, mi amigo César, que es uno de mis gurús cinematográficos, me había hablado bien del cine de Julián, por lo que tenía curiosidad de ver el resultado de la combinación de estos dos talentos, así que fui a ver Rencor tatuado, no una, sino dos veces… faltaba más.
No voy a hablar de la primera vez que vi la película, porque no hay mucho que contar de ahí, salvo que me pareció algo bastante bien lograda y de lo que espero poder escribir tan pronto como pueda y como el ocasional espectador cinematográfico que soy… Aunque hacía poco tiempo que, luego de mucho tiempo, había tenido una sesión de Skype con Malú, ella se guardó muy bien de comentarme que, luego de 9 años de no venir a la Ciudad de México (su última visita había sido, justamente, para entregar el guion de Rencor tatuado), vendría a algunas de las exhibiciones de la película, específicamente a la del martes y a la del jueves, que era cuando se cerraba el Femme Festival. Problemas dentales (ya resueltos) me impidieron que fuera a la exhibición del martes, por lo que el jueves TENÍA QUE IR, para saludar a una de mis escritoras favoritas (sí, porque aunque luego hablo sólo o mucho de Elena Garro, mis mujeres escritoras forman una constelación de la que espero ir hablando poco a poco).
Entonces, ahí voy nuevamente a la Diana Cazadora, para ver la película y platicar un rato con Malú, quien ya había prometido que al terminar la película, invitaba a quien quisiera ir A UNA ORGÍA. Llegué un poco temprano a la sala, con lo que me dio tiempo de ir a comprar una baguette de algo y acompañarla con papas y refresco. Me fui a mi lugar y vi que la sala empezó a llenarse poco a poco… pero no llegaba Malú… quien poco antes había twiteado que estaba en la UNAM en una entrevista, por lo que predije que llegaría a media película… o al final. Apagaron las luces y empezó Rencor tatuado
Insisto: qué talla escénica la de Diana Lein, quien encarna, así: encarna a Aída Cisneros, La Vengadora, un personaje que, desde mi perspectiva, todavía tiene mucho que dar y es que Rencor tatuado es una película muy balanceada, muy bien lograda, donde cada actriz, cada actor, están donde les corresponde estar. Incluso, la fugaz aparición del perrito Rigoletto estuvo totalmente justificada… Pero de esto escribiré pronto (espero). Volví a reír con algunas de las frases, particularmente con “¡Pinche vieja!” (que en el contexto de la película hace soltar la carcajada), aunque la que se llevó la noche, como tuvimos oportunidad de corroborar horas después, fue lo que dice Aída Cisneros cuando ve por primera vez a Vicente Colmenares: “Tiene cara de periodista muerto de hambre”… porque horas más tarde, Malú, Carmen, Isabel y yo, coincidimos y nos reímos hasta el cansancio.
Bueno, acabó la película, con un final distinto a lo que habitualmente nos presentan los textos de Malú o las películas de Julián y empezaron a encender las luces, lentamente, como sucede en el cine… y en el teatro… y volteo a la izquierda y veo que, de pie, recargadas en la pared, Malú y Diana Lein están platicando… y eso fue el principio, porque poco a poco empezó a pasar al frente del escenario buena parte del equipo de trabajo (frente y detrás de cámaras) de Rencor tatuado. Qué emoción ver a este grupo de personas. Luego vino la ronda de preguntas por parte del público… o eso se esperaba, porque como que el público se cohibió, hasta que una enigmática mujer que estaba sentada casi detrás de mí, empezó no tanto a preguntar, sino a hacer algunas observaciones muy precisas, de gente que sabe del trabajo en el escenario y desde el teclado… y poco a poco empezó a preguntar y a animar al público. No faltó quien dijera que observaba similitudes entre Rencor tatuado y La chica del dragón tatuado, algo que no sé… aunque más tarde le dije a Malú que la pareja Aída-Vicente me recordaba, y mucho, a Fabiola y a Alonso, los protagonistas de Crimen sin faltas de ortografía (la primera novela de Malú y con la que le ganaría en un concurso a Paco Ignacio Taibo II… con lo que se ganaría automáticamente su enemistad… qué dolor, qué dolor, qué pena)… pero cada quien ve las cosas como sabe y como puede.
Total, que si el público primero no quería hablar, al rato el lío fue para que dejaran de preguntar… Un poco más tarde, Malú me comentó, apenada, que habían sido muchas preguntas para ella y que casi no había habido preguntas para los demás. Le dije que eso es muestra de que tiene su público lector en México y que no todos tienen oportunidad de conversar con ella TAN seguido. Diana Lein dijo algo muy, muy importante: “cuando un personaje está bien escrito y dirigido, todo es en realidad muy sencillo” y sencillez, además del gran dominio escénico que tiene Diana, es lo que la caracterizan… Ya casi se había acabado el tiempo para preguntas, cuando alguien levantó la mano, con lo que la moderadora puso cara de “Ay, uno más”. Nada, que era Fernando Valdés, el editor de prácticamente toda la vida y toda la obra de Malú Huacuja del Toro y hacia quien luego tengo una sensación ambivalente, pero el jueves se sacó la espina: anunció que llevaba una maleta (literal) con libros de Malú para repartir entre el público asistente…
Terminando las preguntas, inició la sesión de selfies, de saludos, de pláticas, de presentaciones… y de recordatorios. Obvio, quería acercarme a donde estaba Malú, pero todo estaba muy lleno de gente, abrazando a Malú, a Diana, a Julián, a Roberto Fiesco, a César Romero Medrano… entonces, vi por ahí, en la penumbra, a Carmen García Bermejo, una de las mejores periodistas culturales de México y a quien conocí en Guadalajara, cuando vino Malú a presentar El suicidio y otros cuentos. Carmen ya no me recordaba, pero me acerqué a saludarla, para agradecerle, en persona, que haya luchado lo que luchó para que se publicara en La digna metáfora un artículo que escribí acerca de tres de mis novelas favoritas de Malú: Crimen sin faltas de ortografía, Un Dios para Cordelia y Crueldad en subasta. Ya con esa presentación, nos pusimos a platicar, en lo que se desahogaba un poco el escenario.
En una de ésas, volteo y veo que Diana Lein está libre y me acerco a saludarla. Qué emoción. Me recordó por lo que le escribí en Twitter y platicamos un poco. Yo encantado con su actuación, con su presencia escénica, con su belleza. Espero volver a platicar con ella. Le dije que a partir de Rencor tatuado, había ganado no un fan, sino un observador de su trabajo y en eso ando. Pero seguía sin poder llegar a donde estaba Malú, asediada por su público. Me hubiera gustado platicar con y felicitar a César Romero Medrano, cuya Marta Milagro es un personaje de antología, al nivel de Agrado (Todo sobre mi madre) y de la Manola (El lugar sin límites), pero se fue rápido…
Por fin, Malú quedó momentáneamente libre y me paré a un metro de distancia de ella y le dije: “Hola”. “¡Maestro!”, gritó ella y “¡Malú!”, le contesté y así estuvimos como tres veces, hasta que pudimos abrazarnos sin decir nada y dejando correr las lágrimas que inauguran nuestros encuentros (en Guadalajara, recuerdo, luego de presentarnos y abrazarnos, nos pusimos a llorar de alegría). Por educación y modestia no escribo lo que Malú les dijo de mí a las personas a nuestro alrededor pero… desde aquí le doy las gracias, sobre todo por compartirnos lo que escribe. Le entregué, por fin, un trabajo del que mucho le había hablado y del que tenía ganas que Malú tuviera un ejemplar: el Teatro completo, de Elena Garro, que Malú recibió emocionada, porque ella y el gato Thomcito (que fue mi acompañante durante ese proyecto) son quienes mejor saben todo lo que ese trabajo significó… Sin embargo, el show debía continuar y ya estaba la formación de personas con libros de Malú para que se los autografiara. Luego de tres autógrafos, le dije a Malú que se fuera a sentar, porque la fila era enorme. Me quedé con su bolsa y con su ramito de gardenias y mientras ella firmaba, Carmen y yo platicábamos de la película.
Luego de que ya casi se había ido todo el público, Isabel Benet, que fue quien alborotó la gallera con las preguntas que hizo, empezó a entrevistar, así de la nada, a Malú, grabándola con su celular y tomando fotos. Malú seguía insistiendo con que no se fuera nadie, que estaba por venir la orgía… y Carmen y yo botados de la risa, porque vimos que había gente que sí se lo estaba creyendo, por las miradas de estupor que luego lanzaban… Pero lo de la orgía no fue cierto… en realidad, nos fuimos a comer tacos, donde ya nos esperaba Fernando Valdés, con quien estuve platicando un poco acerca de sus proyectos editoriales. Al final llegamos Malú, Carmen, Isabel, Roberto, Julián, otro de los actores de la película, Victoria White (quien se fue pronto) y Divinidad Martínez, alias Itatí Cantoral… pero, no, lo de Itatí sólo pasó en mi imaginación… qué personaje el que desarrolla…
Pero me doy cuenta que esto ya se alargó mucho, mucho, aunque sin llegar a las 2:30 horas que dura Rencor tatuado. Me comprometo a contar lo que pasó en la cena y después de ella en una segunda entrega…

lunes, 27 de agosto de 2018

Ciudad de libros I: Dos suicidios y una muerte


No acababa de entrar a la librería, cuando recibí un mensaje de mi madre: “Con la novedad de que se suicidó Héctor Pérez.” Y pese a que tenía años de no haberlo visto ni hablado con él, la noticia me dejó desconcertado: no habría pensado en él como alguno de los que se suicidan aunque, bien mirado, no lo veía desde que éramos adolescentes, y si uno no cambia significativamente a partir de entonces, hay ciertos rasgos que se acentúan. Héctor era un tanto taciturno.
(Héctor era amigo de uno de mis hermanos mayores, aunque, como ha sucedido con buena parte de las amistades, propias o de cualquiera de mis hermanos, terminan convirtiéndose en bien común familiar. Además, Héctor era sobrino de una de las amigas de infancia de mi madre, y ellas aún se frecuentan. Fue justamente la tía Irene quien le avisó a mi madre de la mala nueva.)
Mientras mis ojos vagaban por los estantes de la librería, relacionaba yo ese aspecto taciturno de Héctor, acentuado durante unas vacaciones en Mazatlán, con el recuerdo de haberlo fotografiado, a escasos centímetros de distancia. Yo practicaba mis lecciones de fotografía en la playa, y de pronto lo vi tan abstraído que lo llamé por su nombre, volteó y le tomé la foto. Esa tarde tenía la mirada triste… Vagué un rato más por la librería y encontré dos curiosidades de teatro. Al pasar a pagar, Manolo, el dueño, me preguntó si no había visto tal o cual libro. Le dije que no y nos pusimos a platicar durante un buen rato. En un momento de la conversación, y mientras mi mirada seguía vagando por la librería, vi que allí estaba un libro que tenía tiempo de estar buscando: Pina Pellicer: Luz de tristeza (1934-1964).
—Manolo, ¿y éste, en cuánto está?
—No le he puesto precio. Es de los de Tania… ¿Sabes de Tania?
No sé si fue la pregunta, o la mirada de Manolo, o el tono de su voz, pero supe que lo que iba a decirme, no sería nada agradable.
(Manolo se refería a la mujer, ya algo mayor, a quien siempre había supuesto era su esposa, y quien siempre platica con Manolo: desde su sillón ella; desde su escritorio, él. Tania es también una mujer con la curiosidad abierta ante muchos temas y la vez anterior que había estado yo en la librería, buscamos en Google la autoría de la letra de una canción, cuyo nombre no recuerdo ahora. A Tania le gusta conversar.)
—Sí, le dije, y me extrañó no verla (“tanto como la forma de tu pregunta”, habría querido decirle).
—Entonces, no sabes, me dijo. Tania murió a principios de enero.
La noticia me puso triste. La tristeza se mezcló con el sentimiento de incredulidad que traía por lo del suicidio de Héctor. “Ay, Manolo, le dije, no acostumbro decirlo, pero lo siento. Perdón, pero sin ella, la librería no volverá a ser la misma.” Manolo sólo se sonrió y nos pusimos a platicar de la muerte de su amiga. Para no entrar en pormenores, Tania murió sola. Tardaron días en darse cuenta. Encontraron su cuerpo entre la recámara y el baño. El hermano de Tania salió del asilo donde vive, y se encargó de vaciar el departamento “de la finada”, como dirían en Venado, dejándole a Manolo sus libros, entre los que estaba la biografía de Pina Pellicer.
(Como le sucede a Muchagente, yo conocía a Pina sin conocerla. Muchagente pregunta: “¿Pina Pellicer? ¿Quién es ella?” Y responde con un “Ah” cuando se entera que es la esposa de Macario, en la película del mismo nombre y que estelariza Ignacio López Tarso. La tenue aparición de Pina dejó para la posteridad sus enormes ojos tristes. Con el tiempo, me enteré que ella debutó como actriz en el cuarto programa de Poesía en Voz Alta, justo cuando se estrenaron las tres piezas teatrales con que se presentó como escritora Elena Garro: Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. Pina encarnó a Catita. Eventualmente, llegó a Europa y a Hollywood. Fue co-protagonista de Marlon Brando en la única película que dirigió don Corleone: One-Eyed Jacks (1961). Se dice que Hitchcock mostró interés en el trabajo de Pina.)
“Dos suicidios y una muerte”, le dije a Manolo. Ante su extrañeza agregué: “Al llegar a la librería, me avisaron del suicidio de un amigo de la familia. Me llevo la biografía de una suicida, en el ejemplar que perteneció a una muerta, conocida mía.” Y nos pusimos a hablar del suicidio y de lo incomprensible que resulta, para sus defensores y sus detractores. La incredulidad y la tristeza incrementaron cuando la conversación nos llevó a percatarnos de que Manolo y yo estamos abrumadora y absurdamente vivos, enmedio de todo aquello. Vivos y rebosantes de incredulidad (por sus muertes) y de tristeza (por nuestras vidas). Manolo extraña a Tania.
Al llegar a casa, abrí el libro. Casualmente llegué al testimonio de Tara Parra. ¿Por qué, generalmente, al evocar a un suicida, en la voz se percibe cierto eco y en las letras, un gran vacío en su negritud? Destaco dos fragmentos de su testimonio:
1.       Durante los ensayos de Poesía en Voz Alta, Juan Soriano le dijo a Héctor Mendoza que pusiera en el mismo camerino a Tara y a Pina. De no hacerlo así, dijo Juan Soriano: “Un día la vamos a encontrar colgada del foco.”
2.       Siete años después, al enterarse Tara del suicidio de Pina, luego de la sorpresa inicial, concluyó que Juan Soriano conocía a Pina. Al recordar el episodio anterior y relacionarlo con la noticia del periódico, dice Tara: “Sentí como un choque eléctrico.”
(Quizás lo que no aceptamos del suicidio es que se trata de los pocos hechos de la vida que no pueden ser atribuidos a la casualidad.)

martes, 25 de abril de 2017

La presentación del Teatro completo, de Elena Garro, en la FIL Guadalajara 2016

A finales del año pasado, como algunos de ustedes saben, presentamos el Teatro completo de Elena Garro. Lo que sigue es la crónica de mi asistencia a la FIL de Guadalajara, para hacer dicha presentación…

Bueno, pues… por angas o mangas, no puedo ponerme a escribir lo de la crónica de la FIL 2016… y no es por falta de ganas, sino por falta de tiempo. Ahora es cuando me gustaría una semana de 8 días o un día de 30 horas, porque no alcanza el tiempo para casi nada… menos para escribir.
Total, que la semana de la visita a la FIL comenzó con un detallito medio incómodo y del que no voy a hablar sino en mis memorias, cuando sea que me ponga a escribirlas, pero molesto y todo, ha sido motivo de risas, carcajadas y bromas.

Día 1 (30 de noviembre de 2016)

En fin, de pronto, ya era miércoles y tenía que tomar mi vuelo temprano, pero… ya se sabe lo que pasa con los vuelos en la Ciudad de México: por lo que sea, pero salen retrasados… y éste no fue la excepción. No me apuré, porque lo de la mesa homenaje para Elena Garro era a las ocho de la noche y ya tenía mi texto listo desde hacía días, así que no había de qué apurarse, al menos de eso… El apuro (sic) era que, luego de varias vueltas, iba a compartir mesa con Elena Premiatowska, Beatriz Espejo y Mónica Lavín. Digo, si me hubieran preguntado, la hubiera preferido con Geney Beltrán Félix, Lucía Melgar y Gabriela Mora. Pero se trataba de una invitación que me hicieron los del Fondo de Cultura Económica (casa editorial con la que siempre que he colaborado, me han tratado bien), aunque en sí la invitación venía por parte del comité desorganizador de la FIL, así que no dije nada y preparé un texto bonito, de tres cuartillas, titulado “La escritura de Elena Garro”.
Total, que el vuelo salió con casi una hora de retraso; me dormí un rato y al llegar a Guadalajara, ya me esperaban el chofer del FCE y una académica cuyos trabajos leí con gusto e interés hace algunos años: María Stopen. Le dio gusto que tuviera referenciada parte de su producción literaria y platicamos muy a gusto en el trayecto del aeropuerto a los hoteles. Ella sí iba con apuro, porque su lectura sería a las cinco y apenas si le alcanzaría a comer e irse a la FIL casi de inmediato.
Pasamos a dejarla a su hotel y ya luego nos fuimos al mío. Los tres encuentros que tuve en la entrada del hotel debieron haberme puesto sobre aviso, como para hacerme una limpia o algo así, porque resulta que, nada más entrar, lo primero que vi fue a Laura Esquivel (la tejedora morenista diputada federal con licencia para ir a eructar otro panfleto) y, minutos después, a Beatriz Espejo (aunque tenía tanto tiempo sin verla, que pensé que igual y era Ángeles Mastreta, que al caso de escritura mediocre y egos insuflados serían lo mismo). En el comedor vi, afortunadamente por única vez, a Alberto Chimal (quien, a mi juicio, va para sucesor de Juan Villoro que vuela y quien, a su vez, va de sucesor de Elena Premiatowska, también que vuela). Y todavía me alcanzó a ver por ahí a Xavier Velasco, quien tenía fila de personas para tomarse fotos con él. Sí, sí, sí: la feria de las vanidades…
Para colmo, y aunque ya casi eran las tres de la tarde, todavía no estaba lista mi habitación, así que me fui a comer y ya luego me pasaron a lo que sería mi perrerita durante las dos noches siguientes.
Una vez en mi habitación, me puse a repasar, y a re-escribir lo de la lectura para el homenaje a Elena Garro. Por fortuna, no me pasó lo del año anterior, cuando fui a la FIL a presentar Crueldad en subasta, esa magnífica novela de Malú Huacuja del Toro (de la que me he dado cuenta que mucha gente ha leído, aunque sólo algunos pocos la comentan y, muchísimos menos decimos y escribimos que es una de las mejores novelas escritas en español en los últimos años)… 
Sucede que hace un año, me enfermé nada más llegar a Guadalajara y la madrugada del día de la presentación, soñé que Malú estaba de visita en casa de mis padres y que yo quería mostrarle mi primera edición de Crimen sin faltas de ortografía y que no la hallaba… Nunca he soñado con Elena Garro y creo que me habría impresionado mucho si eso hubiera sucedido esta vez. Pero ni soñé ni me impresioné…
Aprovechando que la FIL estaba al cruzar la calle, fui para ubicarme con respecto a las salas donde sería lo del homenaje y lo de la presentación del Teatro completo y las Novelas escogidas (1981-1998) de Elena Garro. Todo en orden, aparentemente, pero… eso sí… la FIL, todo un caos. Los dos años anteriores había ido los días que está cerrada al público en general y si así está bastante concurrida, en esos días de apertura total, parecía la estación del metro Hidalgo en horas pico. Camiones llenos de estudiantes de secundaria, preparatoria y tal vez de universidad, que los botaban a la entrada de la feria y luego…
Algo raro y grave pasaba en los stands, que algunos tenían letreros con una leyenda más o menos así: “Robar libros no es un juego, sino un delito castigado por la ley” y en el stand de Gandhi, los empleados, todos en valla en la entrada, dejando pasar grupitos de 15 personas para que vieran y compraran lo que les diera la gana y pudieran comprar. Esto nos da para pensar lo que hace años que vengo diciendo: URGE modificar el formato de las ferias de libro. Con las ventas de libros en línea, los libros electrónicos y similares, no le veo mucho atractivo a eso de ir a ver los mismos libros que puedo pedir en línea, y sin tanto lío de por medio… y eso de andar viendo starlettes con aspiraciones de escritores o de escritoras… digo, ya sé que a Juan Ajonjolí de todos los moles Villoro (y a Ruy Sánchez y a Premiatowska y a Benito Taibo y hasta a Alberto Chimol) le(s) encanta jugar al modelo de pasarela y andar tomándose fotos con sus fanes, pero el resultado no sólo de la FIL de Guadalajara, sino de todas las FIL del país (porque ahora todas son Feria Internacional del Libro, atendiendo al refrán aquel de “A todo lo llaman cena; hasta a una tortilla con sal”) puede quedar resumido también con otro refrán: “Mucho ruido y pocas nueces”.
Total, que llegué a la FIL, luego de varios pisotones, empujones y similares. Faltaba tiempo para la presentación, así que me di una vuelta por el stand del FCE, porque algunas amistades me habían dicho que ya habían visto el libro del Teatro completo… y yo sólo lo había visto en foto, así que pasé y me compré un ejemplar. Luego me fui al lugar donde supuestamente sería la presentación y nada que llegaba nadie ni nada de nada. Empezó a entrarme el nervio y volví al stand del FCE, porque nadie de mis contactos del FCE contestaba el cel y en el stand, nadie sabía quiénes eran ellos (“Es que somos [empleados] locales, caballero…”) y más me entraron la neura y el nervio, porque ya-era-casi-la-hora… Fui a uno de los kioskos informativos y ahí me dijeron dónde era lo del “homenaje” y me fui corriendo al lugar… aunque faltaban cinco minutos para las 8, cuando llegué, ya había empezado el tinglado y estaban las tres mujeres puestas en la mesa y ni señal de mis datos ni nada, porque desde la entrada vi que quien estaba anunciado era Geney y no yo. Ahí tampoco nadie me supo dar razón de nadie del FCE, por lo que me salí para hacer llamadas a diestra y siniestra, volví al stand y nada, por lo que regresé al salón y ya ahí me encontré con mi contacto del FCE, que estaba tanto o más sorprendida que yo por lo que estaba sucediendo…
Por salir del paso, pensamos en pedir que se hiciera un lugar en la mesa, pero hasta para eso se tardaron y entre que hablábamos con los desorganizadores de la FIL y yo paraba las orejas para escuchar lo que decían las mujeres en la mesa, decidí que mejor no… recordé aquello de “Dignidad y glam, ante todo” y dije que mejor quedara así el asunto. La gente del FCE, que era lo único que me importaba, ya había visto que yo estaba ahí…
Y es que luego de oír fragmentos de lo que decían las mujeres en la mesa… “Yo no la conocí, pero ustedes sí, por lo que pueden hablar mejor del tema” (Mónica Lavín, representante del grupo Planeta); “Octavio y Elena le desgraciaron la vida a la Chata” (Elena Premiatowska, representante de la FIL); “Elena le aguantó mucho a Octavio… seguro porque era igual que él” (Beatriz Espejo, representante de la Sría. de Cultura de Jalisco). ¿Iban a hablar de Elena Garro o de su obra? ¿Por qué Premiatowska no dice lo mismo de los hijos de su amigo Carlos Fuentes y Silvia Lemus? ¿Será porque Silvia todavía vive y podría decir algunas cosas de Premiatowska? ¿Qué autoridad académica o moral tiene Beatriz Espejo para hablar de lo que sea si ella es lo que es, literalmente y en todos los sentidos, “gracias” a su matrimonio con Emmanuel Carballo, quien tampoco podría ser un ejemplo de rectitud moral? Por más que hubiera querido, no habría podido quedarme callado ante esos comentarios. Cierto que habría podido hablar desde el público, pero… luego de lo que había pasado, dirían que hablaba desde el resentimiento. Mejor no, mejor no…
Total, que nos salimos de ahí los del FCE y yo, entre molestos, decepcionados y sacados de onda. Muy gentiles, me invitaban a cenar, a beber algo, para digerir el mal rato, pero decidí que no, que mejor me iba a mi perrerita y me quedaría ahí a rascarme las pulgas y a repasar lo que para mí era lo más importante: lo que iba a leer al día siguiente, en lo que más me importaba de la FIL: lo que había escrito para la presentación del Teatro completo, de Elena Garro. Me fui a dormir muy en paz.

Día 2 (1 de diciembre de 2016)

Me desperté temprano y de buen humor. Lo del día anterior, bien mirado, había sido lo mejor que pudiera haber pasado. Desayuné en el restaurante del hotel y, para variar, andaban varias de las starlettes del día anterior, sólo que recién bañadas, sonrientes y, claro, dispuestas para la foto. Desayuné lo más tranquilo que pude, mientras miraba mi ejemplar del Teatro completo de Elena Garro… y digo que lo miraba, porque al día de hoy, no he querido leerlo, por temor a encontrar erratas. Subí a dejarlo a mi habitación, porque mi plan era ir a la FIL, no a la parte de libros nuevos, que no me interesaban mayormente, sino a la pequeñísima sección de libros viejos, que para mí siempre tienen alguna novedad. Luego de estar un rato en mi habitación y de dormirme unos minutos, salí y me dirigí al elevador… al momento de entrar, poco faltó para que soltara un grito de horror: ahí mismo iba Jorge Castañeda, con una cara de furia que no podía con ella. Incluso, llegué a pensar que tal vez seguía su relación con Adela Micha y como acababan de echarla de Televisa… unos pisos más abajo, se subieron unas chicas, más educadas que yo, porque saludaron al entrar. Les contesté, pero el ex secretario de Relaciones Exteriores se limitó a mirarlas con la cara de rana pisada que llevaba. Pensé que, incluso, podría convertirse en asesino serial en cualquier momento, así que nada más se abrió la puerta del elevador y salí disparado, en dirección a la FIL…
Ya ahí, me fui de inmediato a la sección de libros viejos, donde, venir a ver, encontré varias novedades; entre ellas, la primerísima edición, la de Coatl, de Felipe Ángeles. Tomé eso como una señal de agradecimiento de Elena Garro, en quien no dejaba de pensar. Otro detalle muy agradable, fue que al pasar al segundo stand de libros viejos, de pronto escuché mi nombre… y resulta que era un vendedor de libros con quien había platicado largo y tendido en Mérida, en el mes de marzo, y con quien estuve hablando, en aquel entonces, de la obra de Elena Garro, sin saber que días después de eso comenzaría la aventura que esa noche presentábamos al público. La verdad, me dio mucho gusto que Juan, el vendedor de libros, recordara tanto nuestra conversación como mi nombre. Me dio los datos de algunas librerías de viejo en la ciudad y lo invité a la presentación. De pronto me di cuenta de que ya era hora de comer, así que volví al hotel y pasé a comer, mientras contemplaba las novedades que había comprado… Max Aub, Rosario Castellanos, Elena Garro, Isabel Fraire, García Pómez (como le decía Elena Garro), y algunas obras más.
Fue ahí que me enteré del jaleo que se había armado con lo del cintillo y el epílogo de Reencuentro de personajes, por lo que andaba en Twitter hablando con algunos contactos ahí y también en Whats y en Facebook, porque varios de mis interlocutores me preguntaban al respecto y cosas así. Fue algo tan inesperado y sorpresivo, que en la noche que hablé con Jesús Garro, él no estaba enterado de nada. No comentamos mucho al respecto, porque tampoco se trataba de agriar la presentación del teatro escrito por su tía. Ahora que lo pienso, no sé en qué vaya el asunto...
Acabando de comer, me fui a dormir un rato y al despertar, un regaderazo y sentarme ante la mac para re-leer, re-pasar, re-pensar y, obviamente, re-escribir algunas partes de la presentación… es algo que no puedo controlar, muchísimo menos, evitar: siempre pienso que lo escrito puede ser mejor… al menos ya he podido no corregir mientras leo durante las presentaciones… además, a diferencia de hace tiempo, cada vez que puedo, evito la participación en presentaciones y cosas así. Pienso que la mejor presentación, el mejor homenaje que puede hacerse a un libro es leerlo con cariño, con atención, con amor… que es lo que he hecho con los dos libros que he presentado más recientemente: Crueldad en subasta, de Malú Huacuja del Toro y esto del Teatro completo de Elena Garro. Dos de mis escritoras favoritas, valga señalar.
A propósito traía en ese momento un bigote de corte revolucionario, con algo de barba, en alusión a Felipe Ángeles, quizás uno de los personajes más entrañables que le debemos a la escritura de Elena Garro, junto con Felipe Hurtado y Perfecto Luna… quizás, quizás, quizás…
Para evitar lo del día anterior, aunque no había nada qué temer al respecto, me fui bastante más temprano a la FIL, tanto que todavía estaba la presentación de un libro de Miguel León Portilla. Durante la espera tuve oportunidad de conversar brevemente con Geney Beltrán Félix y dijimos que luego nos veíamos con calma, pero al paso que vamos, nos veremos en el hogar sólido. Cuando nos dejaron pasar al salón Juan José Arreola, vi ahí ya a Jesús Garro y a Raquel Steinmann; los dos, igual o más que yo de emocionados. Nos saludamos con mucho gusto, con mucho afecto… tanto que cuando le dije “don Jesús” y le hablé de “usted”, me dijo que quitara el “don” y el “usted”, puesto que ya éramos de la familia. En seguida me presentó con Guillermo Schmidhuber de la Mora y con su esposa, Olga Martha, quienes ya previamente nos habían invitado a cenar en su casa “cerca de la FIL”. En el inter, llegó Marcela Magdaleno, en buena medida, la artífice de todo esto, porque fue ella quien, luego de escuchar lo que leí en la FILEY, en marzo, me puso en contacto con “los Garro”, como les digo. Y ya estaba todo listo… yo estaba MUY emocionado, pensando en el gusto que le daría a Elena Garro si hubiera estado ahí…
Comenzó a hablar Jesús, quien mencionó algunos aspectos anecdóticos de su tía y su relación con el teatro. En ese mismo tenor fue la intervención de Guillermo, quien tuvo oportunidad de tratar a Elena y de conversar con ella, largo y tendido, acerca de su teatro. Luego seguí yo y terminó Geney, con quien comparto la preocupación de que la obra de Elena Garro se lea sin prejuicios (políticos, biográficos o literarios). Fueron intervenciones breves, todas, porque disponíamos de 10 minutos cada quien para hablar.
Ya al final, hubo oportunidad de viborear un rato y así me enteré que Elena Premiatowska le había llamado a Geney, para reclamarle su inasistencia a lo del “homenaje” del día anterior, cuando Geney había avisado desde mucho tiempo atrás que no iría… si por eso me habían invitado a participar en su lugar.
Ya luego, nos dividimos en dos grupos (los Garro, Marcela y Guillermo en uno y  Olga Martha, Geney y yo en otro), para ir a cenar. Nada más llegar, me di cuenta que, salvo las ocasionales visitas con mis amigos López Coll, tenía mucho tiempo que no estaba yo en una casa: casi todas mis amistades en el DF viven en departamentos. Una casa muy iluminada, con adornos varios de los que recuerdo varios relojes: “A Guillermo le gustan mucho”, me dijo Olga Martha. Claro que antes de la cena, estuvimos platicando un rato, que aprovechó Marcela para mostrarnos diversos tipos de materiales de y acerca de su abuelo, Mauricio Magdaleno… poco a poco la conversación se fue hacia Elena Garro y, muy importante, hacia el cuidado y la preservación de su obra. Evantualmente quisiera hacer con sus cuentos lo mismo que hice con lo del teatro, y lo comenté en la cena. Sin embargo, y contra lo que pudiera creerse, no hablamos tanto de Elena Garro como de Helena Paz Garro, no sólo antes de cenar, sino durante y después de la cena: su carácter, sus últimos días, su amistad con Guillermo, Olga Martha y Marcela… Geney y yo, mirando y escuchando…
Cuando nos dimos cuenta, ya era la una de la mañana y aunque, salvo Geney, nadie tenía que levantarse tan temprano (él tendría una entrevista en el radio a las 7 de la mañana), ya era hora de despedirse, algo que nos dio mucha pena, sobre todo, porque quién sabe cuándo podamos volver a reunirnos todos los que estuvimos ahí. Muy amable, Guillermo nos llevó a nuestros respectivos hoteles. Antes de irme a dormir le di las gracias a Elena Garro, por sus letras, esperando que le hubiera gustado el esmero que pusimos en la edición de su Teatro completo.

Día 3 (2 de diciembre de 2016)

En la mañana, desayuné con Adriana Romero, del FCE, a quien quería agradecerle todas sus atenciones y el cuidado que puso en lo del teatro de doña Elena. De ahí me fui a ver las librerías del centro, donde casi no encontré nada, pero ya con lo de la FIL iba bastante bien surtido. Me detuve en templo y , aprovechando que no había misa, me senté a ver los vitrales y a pensar un poco. Regresé a comer al hotel y a recoger mis cosas para que pasaran por mí e ir al aeropuerto. En lo que esperaba, vi que varias personas hacían fila para tomarse fotos, en esta ocasión, con Carmen Aristegui… de pronto, escuché unas voces que decían: “Sí, es él. Vamos…” y me di cuenta de que hablaban de mí… Eran dos chicas que habían estado la noche anterior en lo de la presentación del teatro y que trabajan para la revista Algarabía. Me preguntaron que si podía pasarles lo que había leído unas horas antes… y me dio mucha pena decirles que no podía, porque ya lo había prometido para La gaceta del FCE. Como con Geney, quedamos de platicar luego y, como con Geney, no nos hemos reunido. Mientras, Aristegui seguía en las fotos. Por fortuna, vi a los Garro y nos pusimos a platicar en lo que llegaba el taxi y nos llevaba al aeropuerto, a donde llegamos sin mayor contratiempo, eso sí, luego de haber platicado largo y tendido: un poco de Elena Garro, otro poco de Octavio Paz, otro de Helena Paz Garro y de otros miembros de la familia.

Salíamos en vuelos distintos, desde salas distintas. En el aeropuerto recordé el café platicado años antes con Malú Huacuja del Toro y mi amiga Paty Caratozzolo y me quedé pensando que qué curiosa es la vida: en 2015 hablé de Crueldad en subasta (y de Crimen sin faltas de ortografía y de Un Dios para Cordelia) y en 2016, del teatro de Elena Garro… Qué escritura la de estas dos mujeres… Ay, las letras vueltas amistad.

martes, 2 de agosto de 2016

Ocios vacacionales


1

El otro día me puse a leer Los huéspedes reales (1958), de Luisa Josefina Hernández. No, no son muy famosas ninguna de las dos, pero Luisa Josefina es una de esas escritoras a las que convendría voltear a leer de vez en cuando. Dicen que como profesora de teatro siempre fue muy exigente y como novelista y dramaturga, también. Su curiosidad intelectual llega al punto que incluso llegó a hacer traducciones, por ejemplo, de ese libro que tanto recomiendo, tan poco releo y que tan bueno es: El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell. Una conexión entre el libro de Campbell y Los huéspedes reales radica en que en ambas se nota el interés de Luisa Josefina Hernández por el mundo clásico, por un lado y, por otro, en la voluntad, o tal vez la necesidad, de actualizar motivos, temas, personajes… de dicho mundo. Los huéspedes reales pretende la actualización (hacia 1958, insisto), del tema de Electra. Algo, que bien puede ser pudor, le impidió a la autora explorar (y explotar) satisfactoriamente el asunto y el tratamiento de personajes resultó un tanto simplón y el desenlace de la obra, apresurado e inverosímil. Sin embargo, y con el tiempo, Luisa Josefina Hernández habría de contribuir a la formación de muchas generaciones de estudiantes de arte dramático y de deleitarnos con novelas y obras de teatro muy bien escritas y bastante sólidas. Todo, muy lejos de los reflectores, los micrófonos y los periódicos… a diferencia de otras.

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Otro día, me di la oportunidad de ir al cine. En uno de aquí cerca ponían Julieta, la más reciente película de Pedro Almodóvar. Al salir de la sala, pensé, una vez más, que Almodóvar está cansado, aburrido, o las dos cosas, y que, hay que decirlo, es muy poco probable que vuelva a una racha similar a la que tuvo en la época de Todo sobre mi madre, Hable con ella, La mala educación e, incluso, Volver, porque luego de esto, Los abrazos rotos, La piel que habito o Los amantes pasajeros parecen una mala broma. Pensando en las primeras cuatro películas que menciono es que me dije “Vamos a ver qué onda”. Cierto que no se trata de una película intimista, de búsqueda o siquiera de repaso de algunas obsesiones (pero podría haber sido todo eso y algo más), pero nada de eso justifica una historia tan delgada y plana que deja ver los hilos y el pegamento con que se pretende unir las escenas, con personajes chatos y diálogos flemáticos… y no es que la historia no diera para ello (varios asuntos tienen todo para que Almodóvar se deleite en los melodramas a que es tan afecto, pero los deja ir). Allgo falló en el guion, o en la dirección, o en la actuación… o en todos ellos, que dan como resultado una película mirable, aunque nada memorable…

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La diferencia entre el caso de Luisa Josefina Hernández y Pedro Almodóvar es que presentan lo opuesto: un inicio titubeante que se consolida eventualmente hasta formar a una maestra del arte dramático o narrativo, contra la evidente decadencia de un maestro cuyas últimas producciones resultan tan acartonadas que indican, si no la urgencia, sí la necesidad de volver a correr riesgos… o de guardar silencio.

lunes, 25 de enero de 2016

La revista Coatl...

Luego de la presentación de los dos libros de Malú Huacuja del Toro (Un Dios para Cordelia y Crueldad en subasta, la última, una de las mejores novelas que se hayan editado en los últimos diez años en México), el otro punto de interés en mi pasada visita a la FIL de Guadalajara fue el encuentro con Juan Carlos Flores Peredo, hijo del maestro Ernesto Flores, y la entrega y custodia temporal de siete de los nueve números de que constó la revista Coatl, editada por el maestro Flores entre 1965 y 1968, publicación tan importante como prácticamente inconseguible. Es una verdadera lástima, pero Coatl no está ni en la Hemeroteca Nacional ni en la Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colmex. Dicha omisión es para dar vergüenza pero, gracias a la gentileza de la familia Flores Peredo, tendremos oportunidad de consultarla, próximamente, en alguno de estos dos lugares. Como siempre, vayamos por partes…
Quiérase que no, en nuestro entorno subsiste “algo” que no sé si calificar como desinterés o menosprecio, no solamente de la ciudad de México hacia el interior del país, sino del interior del país hacia sí mismo. Cuando digo esto, pienso, principalmente, al menos en dos de los varios sectores en que luego me muevo (Xalapa y San Luis Potosí, en ese orden, aunque también podríamos considerar Guadalajara). En cualquiera de estos lugares están, y en ese orden, las publicaciones de la Editorial de la Universidad Veracruzana (ya sea mediante su valiosísima Colección Ficción o con la revista La palabra y el hombre, por mencionar dos ejemplos), la Revista de la Facultad de humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Letras potosinas o la olvidada revista Estilo, o bien, el caso de Coatl, por referir uno de los diversos esfuerzos editoriales del maestro Flores. Por fortuna, la Universidad Veracruzana tiene en línea todo lo de La palabra y el hombre… las demás publicaciones… bien, gracias, durmiendo el sueño de los justos. En fin.
Coatl… en los nueve números que se publicaron en ese lapso, vemos en ella colaboraciones de: Francisco González León, José Emilio Pacheco, José Luis Cuevas, Salvador Novo, Juana Meléndez, Joaquín Antonio Peñalosa, Juan José Arreola, Emmanuel Carballo, Henri Michaux, Elsa Cross, John Lennon, Manuel Ponce, Helena Paz y… Elena Garro, entre muchos otros. Huelga decir que mi interés en la revista Coatl se debe a la presencia de Elena Garro en dos de los números de dicha publicación…
Hace algunos años, varios, tuve oportunidad de tratar al maestro Flores. De la primera vez, recuerdo el día y el lugar, pero por el contexto, no tuve oportunidad de quedarme a cenar con él y con la maestra Juana Meléndez. Platicamos brevemente y me felicitó por cierto escrito. Tiempo después, aunque yo ya radicaba en Xalapa, fue a San Luis a darnos un taller literario, al que me invitó la maestra Meléndez, previa advertencia: “Ernesto es duro”… y sí, bastante duro, pero fue el primero (el segundo sería Antonio Carreira) que me sugirió leer a “los clásicos”, sobre todo de poesía, y me dijo porqué… mi gratitud sempiterna por esa recomendación. Fueron las dos únicas veces que coincidimos. En el taller nos dijo algunas cosas de Elena Garro y de Octavio Paz. Más de él que de ella, en una actitud bastante crítica hacia Octavio y comprensiva hacia ella… 
Me dejó con cierta inquietud pero… en ese entonces, era bastante complicado, por no decir que imposible, conseguir algo de Elena Garro… Habrían de pasar varios meses para que Alejandro Higashi me hiciera conocer “La culpa es de los tlaxcaltecas”, no tanto por el cuento, sino por La semana de colores, no tanto por el libro sino por A cada rato lunes, de Ulalume González de León. Con los años, mi interés en la obra de estas dos escritoras ha ido creciendo aunque, hay que decirlo, no me he atrevido a publicar nada acerca de su obra… En fin: sabía que en Coatl había algunas cosas de Elena Garro. Pensando en eso y en que se había editado en Guadalajara, y pensando también en mi visita a la FIL, me dije que tal vez Coatl podría estar en alguna biblioteca de Guadalajara… ¿Qué hacer?
Recordé que hacía dos años y, gracias a la gentileza de Malú Huacuja del Toro, tuve oportunidad de conocer, en la FIL y entre otras personas, a Víctor Manuel Pazarín, a quien sigo en Facebook y de quien me interesan sus andanzas literarias, muy particularmente las de El vato y La potranca, dos personajes a quienes espero ver alguna vez en formato impreso. Se me ocurrió que quizás Víctor podría saber algo respecto a la revista Coatl y, con la pena, le mandé inbox en Facebook, preguntándole al respecto y… me contestó algo como: “Claro, hay que preguntarle a su hijo” y… de inmediato me puso en contacto con Juan Carlos Flores, quien me sorprendió con su amabilidad y gentileza: en menos de una hora ya estábamos hablando por teléfono y apalabramos vernos el siguiente lunes, en la FIL.

Sin embargo, fue llegar a Guadalajara y ponerme mal: fue el inicio de algo que consideré gripa y terminó siendo una infección en la garganta y en los oídos, así que casi todos los planes que llevaba, se fueron por la alcantarilla. El lunes me la pasé tirado en cama y el martes me apuré a dejar listo lo que leería en la presentación de los libros de Malú. No pude comunicarme con Víctor Manuel, e incluso estuve a punto de no ver a Juan Carlos, pero me esforcé, tomé un taxi, fui a la FIL, platiqué un rato con él (en la conversación comentamos algunas inquietudes comunes con respecto al legado del maestro Flores que espero poder ver concretadas, así que por eso no las comento por ahora), me entregó las revistas y volví al hotel. Ya en cama, las estuve hojeando. Cuál sería mi sorpresa que en el número 4 de la revista (correspondiente al invierno de 1965-1966), en la columna "Presencia" (que presenta datos bibliográficos de los colaboradores de cada número) aparecen: Homero Aridjis (para mí un tanto equis), Elena Garro, Juana Meléndez de Espinosa y Joaquín Antonio Peñalosa… en ese orden.