Como cada mañana, Miss Hera Blé gusta de sentarse al lado de una ventana, que se halla velada por una grácil cortinilla que suaviza, aún más, la luz del nuevo día. En una mesita cabe la ventana, se alterna el movimiento de una jarra y de una tacita de té, así como de una cucharilla con la cual se agita el té vertido en la tacita. Estos tres elementos son regalo de su amiga Françoise [Sagan, por supuesto, anota quien transcribe estas notas], Fran, de quien, justo ahora, Miss Hera Blé relee una de sus primeras obras...
"De sus sobras primerizas", piensa ella, porque, desde su perspectiva, desde un principio y aun sin tener nada, Fran se dedicó al derroche: de palabras, de historias, de vida y de dinero... "Vaya vida la suya, musita Miss Hera Blé, pero, acota ella, no fue un derroche irrestricto el de Fran...", a quien pocas cosas ofendían tanto como la fealdad, física o de pensamiento, palabra, obra y omisión... aspectos, todos que, a los graves ojos de Fran, eran algo así como una enfermedad congénita e incurable... acaso contagiosa, y de la que por eso mismo huía, como quien huye de la peste, de la gente fea, de la gente estúpida, de la gente burda... de la gente sin educación.
Piensa Miss Hera Blé en todo esto, al tiempo que piensa qué tanto piensa en Fran y qué tanto en ella misma y en SUS "niñas", impregnadas todas por esta misma repulsión, como se refiere desde el afecto a sus jóvenes y talentosas, acaso geniales (el tiempo y sus obras... sus sobras, sobre todo, lo dirían) exalumnas: Olga Zana, Inés P. Rada... Cora Lee Jo.....
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