En las noches del tiempo que duró tu ausencia, con curiosidad y lentitud miraba el cielo... Cuántas cosas no vi, además, claro está, de cientos de aerolitos, estrellas y planetas que, desde aquí y desde mí, parecían parpadeantes sílabas de luz, a quienes les conté todo lo que por ti sentía, y quienes me dijeron que tú también me correspondías. Nos hicimos así de sistemas y galaxias, de versos y poemas que poco a poco intercambiamos...
Hoy que has vuelto, tengo para ti un frasco lleno de palpitantes estrellas que espero dejar caer, noche tras noche y una a una, entre tus tibios y húmedos labios, puerto seguro para una voz sin rumbo ni camino: la mía.