Hay días así: el último viernes de las vacaciones y el gato, desconocedor del asunto, se levanta a las 7:30 y empieza a maullar para que le abra la puerta. La abro y aprovecho para beber agua e ir al baño y volver a la cama. “Seguro que ya no me dormiré”, pienso yo, pero al cabo de un rato me despierto para ver que son las 9:40: too late for someone like me.
Hay días así: me visto para ir a comprar el jugo y coincido con Agustín, quien se pone a preparar el café. No desayunamos y preferimos conversar, una vez más, sobre la estancia en X y otros temas. Se va al gimnasio y yo me quedo a considerar algunos aspectos del cambio de look para la temporada verano-otoño. “Tengo que ir a cortarme el cabello”, pienso yo, mientras repaso parte de las actividades intelectuales y espirituales a que me dediqué durante las dos semanas de vacaciones. Meeting avec Non Toxic horas más tarde… no muchas horas más tarde.
Hay días así: Agustín vuelve del gym, platicamos un rato más. En el inter me doy cuenta de que tengo mail de mi amigui de amiguis Jes Locke: vaya noticias. Comento dos tres con Agustín y nos vamos a la calle, cada quien a sus asuntos. Para esto, ya tengo horas de comunicación ininterrumpida con Óscar Gabriel . Veo por ahí a JC (su avistamiento me hace pensar que será un buen día) y pienso en que igual y nos vemos más tarde pero, diría la Dobermansky “mejor no, mejor no”. Camino rumbo al metro, pensando en los cinco puntos que debo tratar avec Non Toxic: las piedras, rodando se encuentran.
Hay días así: tengo miedo de que pueda llover, como ayer, y que me empape, como ayer, pero el sol brilla en Coyoacán, porque en Coyoacán you can. What is it what you can in Coyoacán? I can’t tell you but I know that you can. Luego de cortarme el cabello y de ver a NT, pasamos a comprar algunos materiales para algunos proyectos gráficos que tengo en mente. Dilema ético: yo quiero tostadas del mercado de coyo, pero NT quiere quesadillas. No se conmueve cuando le digo que apenas el domingo fui a comer ahí.
Hay días así: el habla es nuestro tema principal y de eso hablamos: el habla sí y el habla no y lo que hablé con JLMS en X y lo que me ayudó a estructurar y a desestructurar y a configurar. Repaso obligatorio de los Ejercicios de San ignacio. Nos despedimos, con una tranquilidad que raya en la ataraxia. Paso veloz a Centro Coyoacán, porque la nube negra que cubre el cielo es más oscura y densa que los pronósticos sobre mi estado de salud hace tres semanas.
Hay días así: el otro día, en compañía del Emo de Clóset, me rociaron en una muñeca la loción de sándalo de Crabtree and Evelyn, que ese día y los posteriores me arrepentí de no haber comprado: ese aroma fue para mí abrir una compuerta de la infancia, pero eso es otra historia, es otra entrada del huevlog. Tenía que pasar a comprarla, nada más eso, por favor, sí. Qué aroma…
Hay días así: paso a buscar jarabe de naranja, pero nadie sabe lo que es eso y mejor compro licor de naranja, que de eso sí se sabe cuando pregunto por el producto. Se me pega una botella de vodka y camino por la calle y abordo el metro con esa sensación de tranquilidad rayana en la ataraxia que lleva varias horas conmigo. Pienso, pienso, pienso… pero no sé si exista. Tal vez el haberme parado a las 9:40 tenga que ver con eso: a quien madruga, Dios lo ayuda… Hoy no madrugué y Dios no me ayuda… pero creo que esta vez no hace falta. Perdón.
Hay días así: me bajo del metro y veo que la nube negra sigue presente. Descubro que tengo ganas de correr porque no hay prisa. Y paso por las librerías de viejo que están afuera del metro y en el aparador de una de ellas se me salen los ojos, como aquella vez que me sofoqué: la edición de 1954 de Lilus Kikus, de Elena Poniatowska. La misma que editó Juan José Arreola y que dio origen a la colección Los Presentes. Nunca había estado tan cerca de ella y eso para mí es otra señal, pero esta otra señal es motivo, también, de otra entrada del huevlog, que luego me distraigo.
No hay días así: entro y le pregunto el precio del libro a la encargada. Me dice que es un libro caro porque es una edición especial. Yo me hago el occiso y le pregunto que por qué y que no sé qué. Me dice el precio y tengo que luchar por contener mi alegría. Tengo que refrenar mis ganas de bailar la danza de Snoopy. Pese a la negra nube decido pasar al interior de la librería… no sé, ya me dijeron años ha que no es bueno ser tan ambicioso, pero… dos o tres cosas de no mucho interés para mí, pero sí para algunas personas, entre ellas mi exalumno Julio César: por fin podré cumplir mi promesa, y a muy buen tiempo, luego de que se tituló este verano. En eso ando en lo que recibo llamada de Agustín: le digo que estoy muy contento, casi feliz, y que luego le cuento. Salgo de la librería con cinco libros en las manos y cuatro bolsas.
Hay días así: camino rápido a la casa, porque la nube sigue y su carga emotiva es tanta que se pone a sollozar: una lágrima por aquí, un lagrimón por allá. “No chille, nomás acuérdese”, es lo que le digo, y parece que me hace caso, porque me deja llegar a la casa sin mayor contratiempo, no sin antes haber comprado unas naranjas para unos cocktails que vi en días pasados. Llego a casa y reviso los libros que compré. Sigo maravillado con el de Lilus Kikus. Llega Agustín y le enseño la compra. Comparto mi alborozo con Alex Osnaya. Cree que el libro costó los miles y los jimiles, pero no. Gracias a que no adivinó el precio, me hice merecedor a un martini.
Hay días así: ya es noche y es noche de viernes. Luego de platicar y de escribir, como Le Mans, concluyo que es mejor dormir…