apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

domingo, 31 de julio de 2011

Yo, Ignacio



Tomad, Señor:

recibid toda mi libertad, mi memoria,

mi entendimiento y mi voluntad,

todo mi haber y mi poseer.

Vos me lo distéis; a Vos, Señor, lo torno:

todo es Vuestro.

Disponed de todo a Vuestra Voluntad.

Dadme Vuestro Amor y Gracia,

que esto me basta.

domingo, 24 de julio de 2011

Pobre Gorda

Camino a casa, con ganas de llegar as soon as possible, para escuchar La Adquisición (Bring Ya to the Brink, de Cyndi Lauper, publicado en 2008), mientras pienso en el regalo recibido (The Suburbs y Scenes from The Suburbs, de Arcade Fire, publicado en 2010) y en el regalo para dar (Memphis Blues, también de Cyndi Lauper, publicado también en 2010), mientras en las orejeras escucho "Guillermine", de La Buena Vida.
De pronto el suelo se cimbra. ¿Tiembla? Miro arriba, miro abajo, miro a un lado y miro al otro. No, no, para nada... pero siento que tiembla. No tardo mucho en vislumbrar el origen de todo eso: una gorda. La Gorda, que corre como si le hubieran dicho que la última dona del 7 Eleven de la esquina es también la última dona del mundo. Calculo que cada uno de sus senos pesa 40 kilos, mientras miro cómo se balancean... como si midieran en breves instantes todos los segundos transcurridos desde el Big Bang hasta la tarde del día de hoy...
Pero La Gorda grita... o intenta hacerlo. Se ve que el esfuerzo empleado en correr la ha puesto mal... pero no ceja en su empresa. Algo dice, pero a veces se come las vocales, a veces las consonantes. Retiembla en su centro la tierra, mientras sus pechos oscilan de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, de abajo a arriba... y el chiste pierde su gracia: corre (muy detrás, valga decirlo), de una perrita peluda de color blanco, que ignora a La Gorda como Dios lo hace con quienes no madrugan.
La Perrita Peluda de Color Blanco está a punto de cruzar una calle tan transitada como peligrosa. La cara de La Gorda se desfigura entre la angustia y el esfuerzo. Repentinamente, un ángel (que eso debió haber sido), en cuerpo de señora metiche, intercepta a La Perrita Peluda de Color Blanco, que salta ante lo que seguro considera un ataque hacia su integridad canina, realiza un salto mortal y continúa corriendo, pero en dirección opuesta a la de la Señora Metiche y hacia La Gorda, quien abre sus rollizos brazos en una postura semejante a la que enmarca la frase "Dejad que los niños vengan a mí...".
Segundos después, La Perrita Peluda de Color Blanco mira al mundo circundante con sus asustados ojillos a punto de salirse de sus órbitas: tan efusivo es el abrazo que le da La Gorda, quien no mide las consecuencias de sus actos (triste destino del animal: morir atropellado o entre los brazos de su ama): "¡No vuelvas a hacer eso!", le dice entre jadeos, pero con las vocales y las consonantes en su lugar. Bordeo la circunferencia de La Gorda y sigo mi rumbo, no sin antes sonreírle.
Metros más adelante, encuentro un huarache (no una zapatilla de cristal), que supongo pertenece a La Gorda, momentáneamente metamorfoseada en una Cenicienta del Siglo XXI. Caballero que soy (y como aquel otro, de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la casa), recojo la chancla y se la entrego a su dueña, quien entre jadeantes sonrisas me dice: "¡Gracias, pero ya está rota!", a lo que contesto: "Mejor que se haya roto la chancla y no tu corazón... ¡imagínate que no hubieras alcanzado a la perrita!", lo que hace que se le razen los ojitos y dice: "¡Cállate! Si la recogimos de la calle...".
No cabe duda, pienso mientras prosigo mi camino a casa (de ésa de la que soy amigo): "la cabra tira al monte...".

viernes, 15 de julio de 2011

hay días así...

Hay días así: el último viernes de las vacaciones y el gato, desconocedor del asunto, se levanta a las 7:30 y empieza a maullar para que le abra la puerta. La abro y aprovecho para beber agua e ir al baño y volver a la cama. “Seguro que ya no me dormiré”, pienso yo, pero al cabo de un rato me despierto para ver que son las 9:40: too late for someone like me.
Hay días así: me visto para ir a comprar el jugo y coincido con Agustín, quien se pone a preparar el café. No desayunamos y preferimos conversar, una vez más, sobre la estancia en X y otros temas. Se va al gimnasio y yo me quedo a considerar algunos aspectos del cambio de look para la temporada verano-otoño. “Tengo que ir a cortarme el cabello”, pienso yo, mientras repaso parte de las actividades intelectuales y espirituales a que me dediqué durante las dos semanas de vacaciones. Meeting avec Non Toxic horas más tarde… no muchas horas más tarde.
Hay días así: Agustín vuelve del gym, platicamos un rato más. En el inter me doy cuenta de que tengo mail de mi amigui de amiguis Jes Locke: vaya noticias. Comento dos tres con Agustín  y nos vamos a la calle, cada quien a sus asuntos. Para esto, ya tengo horas de comunicación ininterrumpida con Óscar Gabriel . Veo por ahí a JC (su avistamiento me hace pensar que será un buen día) y pienso en que igual y nos vemos más tarde pero, diría la Dobermansky “mejor no, mejor no”. Camino rumbo al metro, pensando en los cinco puntos que debo tratar avec Non Toxic: las piedras, rodando se encuentran.
Hay días así: tengo miedo de que pueda llover, como ayer, y que me empape, como ayer, pero el sol brilla en Coyoacán, porque en Coyoacán you can. What is it what you can in Coyoacán? I can’t tell you but I know that you can. Luego de cortarme el cabello y de ver a NT, pasamos a comprar algunos materiales para algunos proyectos gráficos que tengo en mente. Dilema ético: yo quiero tostadas del mercado de coyo, pero NT quiere quesadillas. No se conmueve cuando le digo que apenas el domingo fui a comer ahí.
Hay días así: el habla es nuestro tema principal y de eso hablamos: el habla sí y el habla no y lo que hablé con JLMS en X y lo que me ayudó a estructurar y a desestructurar y a configurar. Repaso obligatorio de los Ejercicios de San ignacio. Nos despedimos, con una tranquilidad que raya en la ataraxia. Paso veloz a Centro Coyoacán, porque la nube negra que cubre el cielo es más oscura y densa que los pronósticos sobre mi estado de salud hace tres semanas.
Hay días así: el otro día, en compañía del Emo de Clóset, me rociaron en una muñeca la loción de sándalo de Crabtree and Evelyn, que ese día y los posteriores me arrepentí de no haber comprado: ese aroma fue para mí abrir una compuerta de la infancia, pero eso es otra historia, es otra entrada del huevlog. Tenía que pasar a comprarla, nada más eso, por favor, sí. Qué aroma…
Hay días así: paso a buscar jarabe de naranja, pero nadie sabe lo que es eso y mejor compro licor de naranja, que de eso sí se sabe cuando pregunto por el producto. Se me pega una botella de vodka y camino por la calle y abordo el metro con esa sensación de tranquilidad rayana en la ataraxia que lleva varias horas conmigo. Pienso, pienso, pienso… pero no sé si exista. Tal vez el haberme parado a las 9:40 tenga que ver con eso: a quien madruga, Dios lo ayuda… Hoy no madrugué y Dios no me ayuda… pero creo que esta vez no hace falta. Perdón.
Hay días así: me bajo del metro y veo que la nube negra sigue presente. Descubro que tengo ganas de correr porque no hay prisa. Y paso por las librerías de viejo que están afuera del metro y en el aparador de una de ellas se me salen los ojos, como aquella vez que me sofoqué: la edición de 1954 de Lilus Kikus, de Elena Poniatowska. La misma que editó Juan José Arreola y que dio origen a la colección Los Presentes. Nunca había estado tan cerca de ella y eso para mí es otra señal, pero esta otra señal es motivo, también, de otra entrada del huevlog, que luego me distraigo.
No hay días así: entro y le pregunto el precio del libro a la encargada. Me dice que es un libro caro porque es una edición especial. Yo me hago el occiso y le pregunto que por qué y que no sé qué. Me dice el precio y tengo que luchar por contener mi alegría. Tengo que refrenar mis ganas de bailar la danza de Snoopy. Pese a la negra nube decido pasar al interior de la librería… no sé, ya me dijeron años ha que no es bueno ser tan ambicioso, pero… dos o tres cosas de no mucho interés para mí, pero sí para algunas personas, entre ellas mi exalumno Julio César: por fin podré cumplir mi promesa, y a muy buen tiempo, luego de que se tituló este verano. En eso ando en lo que recibo llamada de Agustín: le digo que estoy muy contento, casi feliz, y que luego le cuento. Salgo de la librería con cinco libros en las manos y cuatro bolsas.
Hay días así: camino rápido a la casa, porque la nube sigue y su carga emotiva es tanta que se pone a sollozar: una lágrima por aquí, un lagrimón por allá. “No chille, nomás acuérdese”, es lo que le digo, y parece que me hace caso, porque me deja llegar a la casa sin mayor contratiempo, no sin antes haber comprado unas naranjas para unos cocktails que vi en días pasados. Llego a casa y reviso los libros que compré. Sigo maravillado con el de Lilus Kikus. Llega Agustín y le enseño la compra. Comparto mi alborozo con Alex Osnaya. Cree que el libro costó los miles y los jimiles, pero no. Gracias a que no adivinó el precio, me hice merecedor a un martini.
Hay días así: ya es noche y es noche de viernes. Luego de platicar y de escribir, como Le Mans, concluyo que es mejor dormir…

domingo, 10 de julio de 2011

De Sólo el Humo Permanece

¿En qué piensas, Mariana? ¿Hay alguna parte de tu cuerpo que nadie haya besado?

lunes, 4 de julio de 2011

Del [in]concluso Diario Rojo

...y, al final, del Diario Rojo sólo quedaron fragmentos en un bote de basura: reducirlo a cenizas habría sido darle una forma otra. Deshacerlo fue mejor. Una vez vuelto confeti, resultará menos pesado al Viento del Olvido...