Esta tarde, mi bien, te recordaba y me dieron tantas ganas de
escribirte…
Pero algo pasó, que las palabras estuvieron más esquivas que tú, tu voz
y tu mirada luego de despedirnos.
Después de tres recuerdos y un hondo sentimiento, salieron tres
palabras cortas pero tristes de decir.
Y sólo de verlas impresas, vibró en su centro
el corazón y con él les prendí fuego que, obvio, las volvió cenizas y por la
calle dorada de la tarde fueron. Así, me arrepentí de haber pensado siquiera
adiós decirte.
Como una estrella fugaz, otra palabra recorrió
mi cara, del lagrimal a los labios, donde se volvió un suspiro que fue,
también, como pedir un deseo. Te quiero.
gracias a Sor Juana y a Sergio y Estíbaliz