apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

domingo, 25 de marzo de 2012

acibernética (1)

) sostener nuestro mundo
con una mirada
con un puente de silencios
con un paréntesis
que dura lo que tú y yo
juntos
espalda con espalda
silencios con silencios

tú y yo
ecos de palabras silenciadas
por orgullo más
que por voluntad o deseo

deseo... (

Notas: 
1. en obvio guiño a ugl, porque sí.
2. armonías y filtros: A1

lunes, 12 de marzo de 2012

bustos de á y a divagando en pasaje mantrasísmico

- ¡Ay, Dios... pero si ya se le metió el diablo!
- ¿Exorcismo?
- No... más fuego...


[con la colaboración de eduardo franco]

miércoles, 7 de marzo de 2012

de sehp

Conformada por los cuatro elementos (que, lejos de coexistir en su interior pacífica y armoniosamente, se hallaban en constante pugna), Mariana deambulaba por la vida. No había necesidad de nada más que tenerla cerca para percibir este fenómeno. Era ésta la misma razón por la cual poca gente soportaba mirarla directamente a los ojos, Ángel y Morbo, entre otros cuantos.
Sin embargo, y por si esto fuera poco, las conjunciones astrales que coincidieron con la concepción y el alumbramiento de Mariana, decretaron para ella un destino que, dependiendo de la perspectiva, oscilaba entre dos puntos tan opuestos como la atracción y el rechazo: Mariana pertenecía a esa escasa clase de seres, de quienes una vez manifiesta su presencia, nunca se les olvida, aunque esa presencia hubiera sido tan fugaz como la chispa del principio, porque, desgraciadamente, nunca se quedaban en ningún sitio ni con ninguna persona.
Por todo esto, cuando Ángel le pidió un aquí a Mariana, en su cuerpo suyo y en sus circunstancias, nunca supo lo que estaba haciendo... ni en lo que se estaba metiendo...
¿Lo sabía Mariana?

lunes, 5 de marzo de 2012

de sehp

Fue aquella una tarde linda, incluso agradable: clima fresco de fin de invierno, que permitía usar solamente un suéter. El cielo (siempre el cielo), casi cubierto de nubes que, generosas, dejaban caer la cantidad exacta de gotas para hacer que la tierra exhalara ese aroma tan suyo cuando se humedece.
Las nubes cubrían los cerros que rodean la ciudad, mientras los goterones algunas veces se iluminaban por el sol. Algo pasaba en el ambiente que incitaba a la alegría: una madre jugaba con su pequeño, mientras ambos esperaban el autobús. Una pareja lamía sus conos de helado, al tiempo que charlaban con sus cuerpos y sonreían con sus ojos. Un chico de aspecto hippiesco, con la mirada aún somnolienta de quien recién descubre el mundo, exhalando un vapor tornasolado, sumergido en los acordes de su walkman… incluso los conductores de autobuses parecieron ser amables por un día.
La gente sonreía y caminaba, sin saber a ciencia cierta la causa de su sonrisa… y sin voltear la vista hacia arriba ni hacia los lados. De haberlo hecho, habrían visto las nubes y el sol que por ellas se colaba… y tú, en el bus, perdiéndote del agradable vientecillo, de los escasos e intensos goterones, con los audífonos puestos, escuchando intermitentemente las mismas dos canciones… decidiste bajarte y llegar a casa caminando.
Oler una vez más la tierra húmeda, la fragancia de unos eucaliptos encontrados al cruzar una avenida, el aroma de unos pinos en los que nunca te habías fijado, el eco del aroma de algo similar al romero… Ver arriba y ver abajo. Ver a un lado y ver a otro. Ver lo otro y saberte parte de ello, mientras las nubes se ponían más grises y ya se estaba haciendo noche.
Sentir ganas de correr sin tener prisa y así, corriendo, llegar a casa, tirarte en la cama y escuchar otra vez, otra vez y otra vez las mismas dos canciones y decir que sí, que tienen mucha razón en lo que cuentan.
Seguir escuchando música, bajar por un shiraz y decir que te lleva la chingada, que hay que conformarse con merlot. Leer y encontrar en letras que los ojos de un gato negro son dos uvas llenas de sol, recordar de pronto su mirada y relacionarla sin-saber-porqué con el sol de esas uvas y esos ojos… sentirte embriagado de poesía y decidir que habrías de pasar el resto de la noche en un estado de relajación y de felicidad absolutas…
Lograr que nada, nada, empañara ese cristal, al menos esa vez, fue un verdadero triunfo, casi, casi un milagro, que habría sido tal, de no vivir en los albores del siglo XXI, aunque el calendario dijera algo muy otro. Dejar en la botella verde la cantidad suficiente para otro vaso de merlot, por el simple gusto de dejarlo, y por compartirlo en sueños con el sol. Irse a la cama, cobijarse y decir que sí, que qué tarde tan linda la de ese día.