apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

domingo, 24 de julio de 2011

Pobre Gorda

Camino a casa, con ganas de llegar as soon as possible, para escuchar La Adquisición (Bring Ya to the Brink, de Cyndi Lauper, publicado en 2008), mientras pienso en el regalo recibido (The Suburbs y Scenes from The Suburbs, de Arcade Fire, publicado en 2010) y en el regalo para dar (Memphis Blues, también de Cyndi Lauper, publicado también en 2010), mientras en las orejeras escucho "Guillermine", de La Buena Vida.
De pronto el suelo se cimbra. ¿Tiembla? Miro arriba, miro abajo, miro a un lado y miro al otro. No, no, para nada... pero siento que tiembla. No tardo mucho en vislumbrar el origen de todo eso: una gorda. La Gorda, que corre como si le hubieran dicho que la última dona del 7 Eleven de la esquina es también la última dona del mundo. Calculo que cada uno de sus senos pesa 40 kilos, mientras miro cómo se balancean... como si midieran en breves instantes todos los segundos transcurridos desde el Big Bang hasta la tarde del día de hoy...
Pero La Gorda grita... o intenta hacerlo. Se ve que el esfuerzo empleado en correr la ha puesto mal... pero no ceja en su empresa. Algo dice, pero a veces se come las vocales, a veces las consonantes. Retiembla en su centro la tierra, mientras sus pechos oscilan de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, de abajo a arriba... y el chiste pierde su gracia: corre (muy detrás, valga decirlo), de una perrita peluda de color blanco, que ignora a La Gorda como Dios lo hace con quienes no madrugan.
La Perrita Peluda de Color Blanco está a punto de cruzar una calle tan transitada como peligrosa. La cara de La Gorda se desfigura entre la angustia y el esfuerzo. Repentinamente, un ángel (que eso debió haber sido), en cuerpo de señora metiche, intercepta a La Perrita Peluda de Color Blanco, que salta ante lo que seguro considera un ataque hacia su integridad canina, realiza un salto mortal y continúa corriendo, pero en dirección opuesta a la de la Señora Metiche y hacia La Gorda, quien abre sus rollizos brazos en una postura semejante a la que enmarca la frase "Dejad que los niños vengan a mí...".
Segundos después, La Perrita Peluda de Color Blanco mira al mundo circundante con sus asustados ojillos a punto de salirse de sus órbitas: tan efusivo es el abrazo que le da La Gorda, quien no mide las consecuencias de sus actos (triste destino del animal: morir atropellado o entre los brazos de su ama): "¡No vuelvas a hacer eso!", le dice entre jadeos, pero con las vocales y las consonantes en su lugar. Bordeo la circunferencia de La Gorda y sigo mi rumbo, no sin antes sonreírle.
Metros más adelante, encuentro un huarache (no una zapatilla de cristal), que supongo pertenece a La Gorda, momentáneamente metamorfoseada en una Cenicienta del Siglo XXI. Caballero que soy (y como aquel otro, de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la casa), recojo la chancla y se la entrego a su dueña, quien entre jadeantes sonrisas me dice: "¡Gracias, pero ya está rota!", a lo que contesto: "Mejor que se haya roto la chancla y no tu corazón... ¡imagínate que no hubieras alcanzado a la perrita!", lo que hace que se le razen los ojitos y dice: "¡Cállate! Si la recogimos de la calle...".
No cabe duda, pienso mientras prosigo mi camino a casa (de ésa de la que soy amigo): "la cabra tira al monte...".

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