No, no puedo describir tu expresión aquella noche, cuando dijiste: “Es que ya estoy cansado”, y por primera vez sentí que tenías toda la razón del mundo.
Para cualquier otro tipo de persona, eso habría sido más que demasiado; sin embargo, tú, ahí, frente al volante, con una mirada plena de incomprensión y desamparo, sólo suspiraste y echaste a andar el auto.
A la mañana siguiente, tu mirada derramaba resignación, y tu postura, el ánimo de seguir adelante. Pero tuvo que cruzarse ese auto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario