apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

viernes, 24 de junio de 2011

La noche de San Juan

Aunque pueda sonar a cliché o similares, mi interés por la lectura escapa a mis recuerdos más remotos (y vaya que los tengo: hay imágenes fijas que conservo como desde los dos años)… pero primero era pedir que alguien me leyera, ya luego me puse a leer yo solo y después empecé a escribir… así de simple y llano, pero ninguno de estos dos últimos conceptos va conmigo.
Pedir que alguien me leyera algo era la muerte: todo mundo estaba ocupado, quienes menos lo estaban eran mis padres o Nina, mi tía abuela (entre otras cosas)… y ahí era todo un show, porque los tres combinaban la literatura escrita con la literatura oral, así que ahí puede haber una posible explicación para mi gusto por estar hable y hable. Todos los demás, por angas o mangas se ponían que si andaban ocupados y que no sé cuánto… entonces decidí aprender a leer.
Fueron mis padres quienes me enseñaron a leer, principalmente mi padre, en uno de esos afortunados encuentros de dos necedades: él empeñado en que yo aprendiera a leer y yo con la fijación de aprender… mentiría si dijera cuánto tiempo nos llevamos en eso, pero fue muy breve y aprendí en las tiras cómicas de los domingos. Eso fue el principio…
Ya luego, leía casi todo lo que encontraba, pero eso no duró mucho, porque encontré una veta muy rica en casa de mis abuelos maternos: la colección de Cosmopolitan y Vanidades de mi tía Martha Doberman. Luego, no recuerdo cómo, pero llegué a uno de mis mayores placeres: la lectura de folletines tipo Lágrimas, Risas y Amor, Kalimán… cosas de ésas. Pero cuando mis padres se enteraron de las lecturas de su vástago, pusieron el grito en el cielo, se rasgaron las vestiduras y… tomaron cartas en el asunto.
De pronto, un día, llegaron unos señores con muchos libros: enciclopedias. La colección científica de Time Life, también la de la Naturaleza y… El nuevo tesoro de la juventud. Éste fue el acabóse, porque me gustó, sobre todo, la sección “Narraciones interesantes”: cuentos tradicionales europeos, donde las hadas, los duendes, los elfos, las ranas parlantes y los gatos con botas abundaban. Se trata de relatos muy bien escritos y harto atractivos para el público hacia el que estaban dirigidos. Las únicas condiciones para usar esos libros eran lavarse las manos y leerlos en la mesa del comedor o en la sala, sin que hubiera líquidos o alimentos de por medio.
Hubo relatos o situaciones que me marcaron mucho, y algo que creo era recurrente se refiere a la fecha en que se presentaban hechos mágicos: el día más largo de todo el año o la Noche de San Juan Bautista. Esta fecha habría de aparecer intermitentemente a lo largo de mi vida, ya fuera durante el periodo en que me interesaba lo esotérico, o en libros como El péndulo de Foucault. A la magia y el misterio de los relatos de El nuevo tesoro de la juventud se le agregaron cuestiones herméticas y tramas detectivescas.
Y desde entonces, la Noche de San Juan, el 24 de junio todo, me resulta un día harto agradable en el que trato de celebrar de manera especial el simple hecho de estar vivo. Antes eran lecturas muy significativas para mí o paseos silenciosos en compañía de alguien… poco a poco ha ido evolucionando y, por ejemplo, este año tuve la ocurrencia de ir juntando cuanta moneda de cinco pesos cayera en mis manos, desde el 1 de enero hasta el día de hoy. Junté más de lo que hubiera pensado: 1500 pesos que destiné para ir a cenar esta noche. Todo lo anterior y la compañía de uno de mis mejores amigos de toda la vida es un punto de celebración en el que convergen otros tantos: la querencia hacia el universo infantil, el afán del coleccionista, la valoración de la amistad (de la Amistad, debería escribir) y el placer de la comida y la bebida…
Buen provecho.
p.s.: además tengo que agregar que CELEBRO el hecho de que ciertos diagnósticos médicos hayan resultado, además de infundados, erróneos. y ahora sí, qué pokis la del doctor, en serio...

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