A finales del año pasado, como algunos de
ustedes saben, presentamos el Teatro completo de Elena Garro. Lo que sigue es
la crónica de mi asistencia a la FIL de Guadalajara, para hacer dicha
presentación…
Bueno, pues… por angas o mangas, no puedo
ponerme a escribir lo de la crónica de la FIL 2016… y no es por falta de ganas,
sino por falta de tiempo. Ahora es cuando me gustaría una semana de 8 días o un
día de 30 horas, porque no alcanza el tiempo para casi nada… menos para
escribir.
Total, que la semana de la visita a la
FIL comenzó con un detallito medio incómodo y del que no voy a hablar sino en
mis memorias, cuando sea que me ponga a escribirlas, pero molesto y todo, ha
sido motivo de risas, carcajadas y bromas.
Día 1 (30 de noviembre de 2016)
En fin, de pronto, ya era miércoles y
tenía que tomar mi vuelo temprano, pero… ya se sabe lo que pasa con los vuelos
en la Ciudad de México: por lo que sea, pero salen retrasados… y éste no fue la
excepción. No me apuré, porque lo de la mesa homenaje para Elena Garro era a
las ocho de la noche y ya tenía mi texto listo desde hacía días, así que no
había de qué apurarse, al menos de eso… El apuro (sic) era que, luego de varias
vueltas, iba a compartir mesa con Elena Premiatowska, Beatriz Espejo y Mónica
Lavín. Digo, si me hubieran preguntado, la hubiera preferido con Geney Beltrán
Félix, Lucía Melgar y Gabriela Mora. Pero se trataba de una invitación que me
hicieron los del Fondo de Cultura Económica (casa editorial con la que siempre
que he colaborado, me han tratado bien), aunque en sí la invitación venía por
parte del comité desorganizador de la FIL, así que no dije nada y preparé un
texto bonito, de tres cuartillas, titulado “La escritura de Elena Garro”.
Total, que el vuelo salió con casi una
hora de retraso; me dormí un rato y al llegar a Guadalajara, ya me esperaban el
chofer del FCE y una académica cuyos trabajos leí con gusto e interés hace
algunos años: María Stopen. Le dio gusto que tuviera referenciada parte de su
producción literaria y platicamos muy a gusto en el trayecto del aeropuerto a
los hoteles. Ella sí iba con apuro, porque su lectura sería a las cinco y
apenas si le alcanzaría a comer e irse a la FIL casi de inmediato.
Pasamos a dejarla a su hotel y ya luego
nos fuimos al mío. Los tres encuentros que tuve en la entrada del hotel
debieron haberme puesto sobre aviso, como para hacerme una limpia o algo así,
porque resulta que, nada más entrar, lo primero que vi fue a Laura Esquivel (la
tejedora morenista diputada federal con licencia para ir a eructar otro
panfleto) y, minutos después, a Beatriz Espejo (aunque tenía tanto tiempo sin
verla, que pensé que igual y era Ángeles Mastreta, que al caso de escritura
mediocre y egos insuflados serían lo mismo). En el comedor vi, afortunadamente
por única vez, a Alberto Chimal (quien, a mi juicio, va para sucesor de Juan
Villoro que vuela y quien, a su vez, va de sucesor de Elena Premiatowska,
también que vuela). Y todavía me alcanzó a ver por ahí a Xavier Velasco, quien
tenía fila de personas para tomarse fotos con él. Sí, sí, sí: la feria de las
vanidades…
Para colmo, y aunque ya casi eran las
tres de la tarde, todavía no estaba lista mi habitación, así que me fui a comer
y ya luego me pasaron a lo que sería mi perrerita durante las dos noches
siguientes.
Una vez en mi habitación, me puse a
repasar, y a re-escribir lo de la lectura para el homenaje a Elena Garro. Por
fortuna, no me pasó lo del año anterior, cuando fui a la FIL a presentar
Crueldad en subasta, esa magnífica novela de Malú Huacuja del Toro (de la que
me he dado cuenta que mucha gente ha leído, aunque sólo algunos pocos la
comentan y, muchísimos menos decimos y escribimos que es una de las mejores
novelas escritas en español en los últimos años)…
Sucede que hace un año, me
enfermé nada más llegar a Guadalajara y la madrugada del día de la
presentación, soñé que Malú estaba de visita en casa de mis padres y que yo
quería mostrarle mi primera edición de Crimen sin faltas de ortografía y que no
la hallaba… Nunca he soñado con Elena Garro y creo que me habría impresionado
mucho si eso hubiera sucedido esta vez. Pero ni soñé ni me impresioné…
Aprovechando que la FIL estaba al cruzar
la calle, fui para ubicarme con respecto a las salas donde sería lo del homenaje
y lo de la presentación del Teatro completo y las Novelas escogidas (1981-1998)
de Elena Garro. Todo en orden, aparentemente, pero… eso sí… la FIL, todo un
caos. Los dos años anteriores había ido los días que está cerrada al público en
general y si así está bastante concurrida, en esos días de apertura total,
parecía la estación del metro Hidalgo en horas pico. Camiones llenos de
estudiantes de secundaria, preparatoria y tal vez de universidad, que los
botaban a la entrada de la feria y luego…
Algo raro y grave pasaba en los stands,
que algunos tenían letreros con una leyenda más o menos así: “Robar libros no
es un juego, sino un delito castigado por la ley” y en el stand de Gandhi, los
empleados, todos en valla en la entrada, dejando pasar grupitos de 15 personas
para que vieran y compraran lo que les diera la gana y pudieran comprar. Esto
nos da para pensar lo que hace años que vengo diciendo: URGE modificar el
formato de las ferias de libro. Con las ventas de libros en línea, los libros
electrónicos y similares, no le veo mucho atractivo a eso de ir a ver los
mismos libros que puedo pedir en línea, y sin tanto lío de por medio… y eso de
andar viendo starlettes con aspiraciones de escritores o de escritoras… digo,
ya sé que a Juan Ajonjolí de todos los moles Villoro (y a Ruy Sánchez y a
Premiatowska y a Benito Taibo y hasta a Alberto Chimol) le(s) encanta jugar al
modelo de pasarela y andar tomándose fotos con sus fanes, pero el resultado no
sólo de la FIL de Guadalajara, sino de todas las FIL del país (porque ahora
todas son Feria Internacional del Libro, atendiendo al refrán aquel de “A todo
lo llaman cena; hasta a una tortilla con sal”) puede quedar resumido también
con otro refrán: “Mucho ruido y pocas nueces”.
Total, que llegué a la FIL, luego de varios
pisotones, empujones y similares. Faltaba tiempo para la presentación, así que
me di una vuelta por el stand del FCE, porque algunas amistades me habían dicho
que ya habían visto el libro del Teatro completo… y yo sólo lo había visto en
foto, así que pasé y me compré un ejemplar. Luego me fui al lugar donde
supuestamente sería la presentación y nada que llegaba nadie ni nada de nada.
Empezó a entrarme el nervio y volví al stand del FCE, porque nadie de mis
contactos del FCE contestaba el cel y en el stand, nadie sabía quiénes eran
ellos (“Es que somos [empleados] locales, caballero…”) y más me entraron la
neura y el nervio, porque ya-era-casi-la-hora… Fui a uno de los kioskos
informativos y ahí me dijeron dónde era lo del “homenaje” y me fui corriendo al
lugar… aunque faltaban cinco minutos para las 8, cuando llegué, ya había
empezado el tinglado y estaban las tres mujeres puestas en la mesa y ni señal
de mis datos ni nada, porque desde la entrada vi que quien estaba anunciado era
Geney y no yo. Ahí tampoco nadie me supo dar razón de nadie del FCE, por lo que
me salí para hacer llamadas a diestra y siniestra, volví al stand y nada, por
lo que regresé al salón y ya ahí me encontré con mi contacto del FCE, que
estaba tanto o más sorprendida que yo por lo que estaba sucediendo…
Por salir del paso, pensamos en pedir que
se hiciera un lugar en la mesa, pero hasta para eso se tardaron y entre que
hablábamos con los desorganizadores de la FIL y yo paraba las orejas para
escuchar lo que decían las mujeres en la mesa, decidí que mejor no… recordé
aquello de “Dignidad y glam, ante todo” y dije que mejor quedara así el asunto.
La gente del FCE, que era lo único que me importaba, ya había visto que yo
estaba ahí…
Y es que luego de oír fragmentos de lo
que decían las mujeres en la mesa… “Yo no la conocí, pero ustedes sí, por lo
que pueden hablar mejor del tema” (Mónica Lavín, representante del grupo
Planeta); “Octavio y Elena le desgraciaron la vida a la Chata” (Elena
Premiatowska, representante de la FIL); “Elena le aguantó mucho a Octavio…
seguro porque era igual que él” (Beatriz Espejo, representante de la Sría. de
Cultura de Jalisco). ¿Iban a hablar de Elena Garro o de su obra? ¿Por qué
Premiatowska no dice lo mismo de los hijos de su amigo Carlos Fuentes y Silvia
Lemus? ¿Será porque Silvia todavía vive y podría decir algunas cosas de
Premiatowska? ¿Qué autoridad académica o moral tiene Beatriz Espejo para hablar
de lo que sea si ella es lo que es, literalmente y en todos los sentidos,
“gracias” a su matrimonio con Emmanuel Carballo, quien tampoco podría ser un
ejemplo de rectitud moral? Por más que hubiera querido, no habría podido
quedarme callado ante esos comentarios. Cierto que habría podido hablar desde
el público, pero… luego de lo que había pasado, dirían que hablaba desde el
resentimiento. Mejor no, mejor no…
Total, que nos salimos de ahí los del FCE
y yo, entre molestos, decepcionados y sacados de onda. Muy gentiles, me
invitaban a cenar, a beber algo, para digerir el mal rato, pero decidí que no,
que mejor me iba a mi perrerita y me quedaría ahí a rascarme las pulgas y a
repasar lo que para mí era lo más importante: lo que iba a leer al día
siguiente, en lo que más me importaba de la FIL: lo que había escrito para la
presentación del Teatro completo, de Elena Garro. Me fui a dormir muy en paz.
Día 2 (1 de diciembre de 2016)
Me desperté temprano y de buen humor. Lo
del día anterior, bien mirado, había sido lo mejor que pudiera haber pasado.
Desayuné en el restaurante del hotel y, para variar, andaban varias de las
starlettes del día anterior, sólo que recién bañadas, sonrientes y, claro,
dispuestas para la foto. Desayuné lo más tranquilo que pude, mientras miraba mi
ejemplar del Teatro completo de Elena Garro… y digo que lo miraba, porque al
día de hoy, no he querido leerlo, por temor a encontrar erratas. Subí a dejarlo
a mi habitación, porque mi plan era ir a la FIL, no a la parte de libros
nuevos, que no me interesaban mayormente, sino a la pequeñísima sección de
libros viejos, que para mí siempre tienen alguna novedad. Luego de estar un
rato en mi habitación y de dormirme unos minutos, salí y me dirigí al elevador…
al momento de entrar, poco faltó para que soltara un grito de horror: ahí mismo
iba Jorge Castañeda, con una cara de furia que no podía con ella. Incluso,
llegué a pensar que tal vez seguía su relación con Adela Micha y como acababan
de echarla de Televisa… unos pisos más abajo, se subieron unas chicas, más
educadas que yo, porque saludaron al entrar. Les contesté, pero el ex
secretario de Relaciones Exteriores se limitó a mirarlas con la cara de rana
pisada que llevaba. Pensé que, incluso, podría convertirse en asesino serial en
cualquier momento, así que nada más se abrió la puerta del elevador y salí
disparado, en dirección a la FIL…
Ya ahí, me fui de inmediato a la sección
de libros viejos, donde, venir a ver, encontré varias novedades; entre ellas,
la primerísima edición, la de Coatl, de Felipe Ángeles. Tomé eso como una señal
de agradecimiento de Elena Garro, en quien no dejaba de pensar. Otro detalle
muy agradable, fue que al pasar al segundo stand de libros viejos, de pronto
escuché mi nombre… y resulta que era un vendedor de libros con quien había
platicado largo y tendido en Mérida, en el mes de marzo, y con quien estuve
hablando, en aquel entonces, de la obra de Elena Garro, sin saber que días
después de eso comenzaría la aventura que esa noche presentábamos al público.
La verdad, me dio mucho gusto que Juan, el vendedor de libros, recordara tanto
nuestra conversación como mi nombre. Me dio los datos de algunas librerías de
viejo en la ciudad y lo invité a la presentación. De pronto me di cuenta de que
ya era hora de comer, así que volví al hotel y pasé a comer, mientras
contemplaba las novedades que había comprado… Max Aub, Rosario Castellanos,
Elena Garro, Isabel Fraire, García Pómez (como le decía Elena Garro), y algunas
obras más.
Fue ahí que me enteré del jaleo que se había armado con lo del cintillo y el epílogo de Reencuentro de personajes, por lo que andaba en Twitter hablando con algunos contactos ahí y también en Whats y en Facebook, porque varios de mis interlocutores me preguntaban al respecto y cosas así. Fue algo tan inesperado y sorpresivo, que en la noche que hablé con Jesús Garro, él no estaba enterado de nada. No comentamos mucho al respecto, porque tampoco se trataba de agriar la presentación del teatro escrito por su tía. Ahora que lo pienso, no sé en qué vaya el asunto...
Acabando de comer, me fui a dormir un
rato y al despertar, un regaderazo y sentarme ante la mac para re-leer,
re-pasar, re-pensar y, obviamente, re-escribir algunas partes de la
presentación… es algo que no puedo controlar, muchísimo menos, evitar: siempre
pienso que lo escrito puede ser mejor… al menos ya he podido no corregir
mientras leo durante las presentaciones… además, a diferencia de hace tiempo,
cada vez que puedo, evito la participación en presentaciones y cosas así.
Pienso que la mejor presentación, el mejor homenaje que puede hacerse a un
libro es leerlo con cariño, con atención, con amor… que es lo que he hecho con
los dos libros que he presentado más recientemente: Crueldad en subasta, de
Malú Huacuja del Toro y esto del Teatro completo de Elena Garro. Dos de mis
escritoras favoritas, valga señalar.
A propósito traía en ese momento un
bigote de corte revolucionario, con algo de barba, en alusión a Felipe Ángeles,
quizás uno de los personajes más entrañables que le debemos a la escritura de
Elena Garro, junto con Felipe Hurtado y Perfecto Luna… quizás, quizás, quizás…
Para evitar lo del día anterior, aunque
no había nada qué temer al respecto, me fui bastante más temprano a la FIL,
tanto que todavía estaba la presentación de un libro de Miguel León Portilla.
Durante la espera tuve oportunidad de conversar brevemente con Geney Beltrán
Félix y dijimos que luego nos veíamos con calma, pero al paso que vamos, nos
veremos en el hogar sólido. Cuando nos dejaron pasar al salón Juan José
Arreola, vi ahí ya a Jesús Garro y a Raquel Steinmann; los dos, igual o más que
yo de emocionados. Nos saludamos con mucho gusto, con mucho afecto… tanto que
cuando le dije “don Jesús” y le hablé de “usted”, me dijo que quitara el “don”
y el “usted”, puesto que ya éramos de la familia. En seguida me presentó con
Guillermo Schmidhuber de la Mora y con su esposa, Olga Martha, quienes ya
previamente nos habían invitado a cenar en su casa “cerca de la FIL”. En el
inter, llegó Marcela Magdaleno, en buena medida, la artífice de todo esto,
porque fue ella quien, luego de escuchar lo que leí en la FILEY, en marzo, me
puso en contacto con “los Garro”, como les digo. Y ya estaba todo listo… yo estaba
MUY emocionado, pensando en el gusto que le daría a Elena Garro si hubiera
estado ahí…
Comenzó a hablar Jesús, quien mencionó
algunos aspectos anecdóticos de su tía y su relación con el teatro. En ese
mismo tenor fue la intervención de Guillermo, quien tuvo oportunidad de tratar
a Elena y de conversar con ella, largo y tendido, acerca de su teatro. Luego
seguí yo y terminó Geney, con quien comparto la preocupación de que la obra de
Elena Garro se lea sin prejuicios (políticos, biográficos o literarios). Fueron
intervenciones breves, todas, porque disponíamos de 10 minutos cada quien para
hablar.
Ya al final, hubo oportunidad de viborear
un rato y así me enteré que Elena Premiatowska le había llamado a Geney, para
reclamarle su inasistencia a lo del “homenaje” del día anterior, cuando Geney
había avisado desde mucho tiempo atrás que no iría… si por eso me habían
invitado a participar en su lugar.
Ya luego, nos dividimos en dos grupos
(los Garro, Marcela y Guillermo en uno y
Olga Martha, Geney y yo en otro), para ir a cenar. Nada más llegar, me
di cuenta que, salvo las ocasionales visitas con mis amigos López Coll, tenía
mucho tiempo que no estaba yo en una casa: casi todas mis amistades en el DF
viven en departamentos. Una casa muy iluminada, con adornos varios de los que
recuerdo varios relojes: “A Guillermo le gustan mucho”, me dijo Olga Martha.
Claro que antes de la cena, estuvimos platicando un rato, que aprovechó Marcela
para mostrarnos diversos tipos de materiales de y acerca de su abuelo, Mauricio
Magdaleno… poco a poco la conversación se fue hacia Elena Garro y, muy
importante, hacia el cuidado y la preservación de su obra. Evantualmente
quisiera hacer con sus cuentos lo mismo que hice con lo del teatro, y lo
comenté en la cena. Sin embargo, y contra lo que pudiera creerse, no hablamos
tanto de Elena Garro como de Helena Paz Garro, no sólo antes de cenar, sino
durante y después de la cena: su carácter, sus últimos días, su amistad con
Guillermo, Olga Martha y Marcela… Geney y yo, mirando y escuchando…
Cuando nos dimos cuenta, ya era la una de
la mañana y aunque, salvo Geney, nadie tenía que levantarse tan temprano (él
tendría una entrevista en el radio a las 7 de la mañana), ya era hora de
despedirse, algo que nos dio mucha pena, sobre todo, porque quién sabe cuándo
podamos volver a reunirnos todos los que estuvimos ahí. Muy amable, Guillermo
nos llevó a nuestros respectivos hoteles. Antes de irme a dormir le di las
gracias a Elena Garro, por sus letras, esperando que le hubiera gustado el
esmero que pusimos en la edición de su Teatro completo.
Día 3 (2 de diciembre de 2016)
En la mañana, desayuné con Adriana
Romero, del FCE, a quien quería agradecerle todas sus atenciones y el cuidado
que puso en lo del teatro de doña Elena. De ahí me fui a ver las librerías del
centro, donde casi no encontré nada, pero ya con lo de la FIL iba bastante bien
surtido. Me detuve en templo y , aprovechando que no había misa, me senté a ver
los vitrales y a pensar un poco. Regresé a comer al hotel y a recoger mis cosas para que pasaran
por mí e ir al aeropuerto. En lo que esperaba, vi que varias personas hacían
fila para tomarse fotos, en esta ocasión, con Carmen Aristegui… de pronto,
escuché unas voces que decían: “Sí, es él. Vamos…” y me di cuenta de que
hablaban de mí… Eran dos chicas que habían estado la noche anterior en lo de la
presentación del teatro y que trabajan para la revista Algarabía. Me preguntaron que si podía pasarles lo que había leído unas horas antes… y me dio mucha pena
decirles que no podía, porque ya lo había prometido para La gaceta del FCE.
Como con Geney, quedamos de platicar luego y, como con Geney, no nos hemos
reunido. Mientras, Aristegui seguía en las fotos. Por fortuna, vi a los Garro y
nos pusimos a platicar en lo que llegaba el taxi y nos llevaba al aeropuerto, a
donde llegamos sin mayor contratiempo, eso sí, luego de haber platicado largo y
tendido: un poco de Elena Garro, otro poco de Octavio Paz, otro de Helena Paz
Garro y de otros miembros de la familia.
Salíamos en vuelos distintos, desde salas
distintas. En el aeropuerto recordé el café platicado años antes con Malú
Huacuja del Toro y mi amiga Paty Caratozzolo y me quedé pensando que qué
curiosa es la vida: en 2015 hablé de Crueldad en subasta (y de Crimen sin
faltas de ortografía y de Un Dios para Cordelia) y en 2016, del teatro de Elena
Garro… Qué escritura la de estas dos mujeres… Ay, las letras vueltas amistad.
Hermosa y realista crónica.
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