Es parte de una costumbre, de algún gusto o de algún trauma míos, dejar en blanco la primera hoja de un cuaderno. Quizás sea algo así como la justificación materna para guardar todo objeto habido y por haber: “no sabemos cuándo pueda ofrecerse”. O también puede ser algo como el chiste aquel de un niño pintor genial, que siempre dejaba en blanco la parte superior de los cuadros que pintaba. Una línea blanca que atravesaba sus cuadros de derecha a izquierda o viceversa. Eso motivó interpretaciones, críticas, análisis y similares. Nadie dio con una respuesta, ya fuera satisfactoria o convincente. De pronto, un psicólogo le preguntó directamente el porqué de esa línea y el niño contestó que la dejaba porque no alcanzaba a pintar "hasta allá".
Luego, una interrogante más, que tiene qué ver con “¿y qué voy a escribir aquí?”. Y se me ocurrió algo así como “sueños, recuerdos, pensamientos”, que es más o menos el título de un libro de Jung, mi psicoanalista predilecto. No sé qué tanto sepas de él. Ya ves que fue discípulo de Freud, pero se pelearon: a Jung le disgustaba el fin sexual de los análisis freudianos y propuso mejor lo del inconsciente colectivo y lo de los arquetipos, sobre todo en cuanto a arte se refiere. Y eso me gusta más y hace que vea con otros ojos… por poner un ejemplo, El beso, de Magritte: no es sólo una paloma hecha de estrellas. Es algo más. Tiene algo más que le da su carácter artístico y cuya respuesta, de existir, quizás nunca hallemos.
Porque hay preguntas sin respuesta. Y no hablo de preguntas retóricas como ¿Qué es la vida? O ¿Qué es la poesía? (Diría Bécquer: “Poesía eres tú” y si por “tú” habla de ti, le diré que sí). No, no son esas preguntas. Y la relación pregunta-respuesta sin respuesta (aparente), siempre termina llevándome a Rilke y sus Cartas a un joven poeta…
El espacio en blanco: Un segmento de la vida.
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